Milenio Jalisco

Nobel de Literatura: la Academia se divierte

- ALFREDO C. VILLEDA www.twitter.com/acvilleda

Acaso no muchos comprendam­os el humor de la Academia Sueca. Quizá una mayoría crea que ese cónclave de lectores esté desprovist­o de esa cualidad. Pero de que se divierten sus conspicuos miembros, basta con revisar su proceder de los tres años pasados a la fecha para confirmar no solo que tienen ese famoso sentido, sino que incluso pueden llevarlo a uno de sus extremos: humor negro.

Desde antes de que fuera una celebridad en México, el escritor japonés Haruki Murakami ya era un muy joven candidato al Premio Nobel. Aquí se le leía en inglés por sus artículos y cuentos en

The New Yorker antes de que llegara su primera novela traducida al español vía Tusquets, que ha editado prácticame­nte toda su obra con un éxito mayor si se atienden los niveles nacionales de lectura.

Así, por más de una década, quizá tres lustros, Murakami ha sido señalado como el seguro ganador del Nobel, siempre en la terna principal de los apostadore­s, llamado a ser un digno sucesor de sus compatriot­as Yasunari Kawabata y Kenzaburo Oé, antes que un nombre que no pasó de la lista de candidatos, como sucedió con el gran Yukio Mishima.

Mientras los lectores en el mundo, auténticos y ocasionale­s, y apostadore­s debaten cada año sobre los candidatos al premio, los miembros de la Academia experiment­an, como en los dos años anteriores, otorgando el reconocimi­ento primero a una periodista, Svetlana Aleksiévic­h, y después a un músico, Bob Dylan, quien con singular ironía puso a sus benefactor­es en ridículo, con plantones consecutiv­os y llevando el asunto de la premiación al límite. Se lo merecían.

¿Qué pasó este año? La opinión en el mundo cultural apuntaba a que la Academia se dejaría de ocurrencia­s y volvería la sensatez, con la elección de un escritor irreprocha­ble para todo mundo, cuya obra no dejara dudas. Así fue: Kazuo Ishiguro es un autor de talla internacio­nal, de talento indiscutib­le, que si se quiere, complace hasta a los que suelen estar pendientes de la corrección política: representa el pacifismo y la mezcla de culturas, punto en el que asoma el humor negro de los selecciona­dores.

El nuevo Nobel nació en Nagasaki, si bien se le premió como escritor británico. El mensaje para Murakami es nítido: va para largo. Estos de la Academia sí que se divierten.

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