Milenio Jalisco

De censura

- Gonzalo Oliveros goliveros@me.com

Un empresario de la industria del cine invita a actrices y modelos a su habitación. Tan rico como regordete, sugiere masajes que, de pronto, se convierten en invitacion­es sexuales. Las mujeres se aterran, algunas se niegan mientras otras son sometidas. La industria lo sabe o, por lo menos, lo sospecha. No obstante, calla.

Durante décadas, el comportami­ento del magnate se convierte en bromas que, de pronto, son punchlines de programas de televisión.

Hay reporteros que siguen la hebra, siempre parados ante la amenaza del millonario de usar su poder contra el periodista o el medio; muchas veces, la advertenci­a proviene de sus amigos, poderosos actores de Hollywood.

En la primavera de 2017, un periodista consigue una grabación hecha por la policía de Nueva York donde el depredador sexual cae. Semanas después, consigue la entrevista con una actriz que afirma haber sido acosada por el productor. No obstante, el medio para el que trabaja para la investigac­ión.

El periodista decide continuar pero en un medio distinto. Con todas las fuentes verificada­s y las pruebas, lanza su documento que es cien veces más demoledor que el dado a conocer por la competenci­a. La Caja de Pandora se ha abierto y, ahora, todos buscan culpables o lavarse la cara ante un caso donde el poder avasalló durante décadas a decenas de mujeres.

Pero aquí el caso es la prensa. ¿Hasta dónde el medio puede parar una investigac­ión que empaña el nombre de un amigo o un socio? ¿Hasta dónde un medio debe pensar más en el bienestar de sus empleados -o de la caja registrado­raque en el bien común?

No están claras las razones por las que la NBC decidió matar el reportaje de Ronan Farrow sobre Harvey Weinstein. Tampoco, ya que hablamos de medios, está claro por qué Edilberto Huesca pidió el cese de dos editoriali­stas de su espacio estelar de noticias.

Algo es cierto en ambos casos: no sería la primera vez. NBC tomó la determinac­ión de no sacar a la luz las grabacione­s de Donald Trump en el camión de Access Hollywood. La insistenci­a del Washington Post fue quien logró conseguir el video y desenmasca­rar a un acosador que, meses después, se convertirí­a en presidente.

Huesca tampoco sería virgen en despidos de periodista­s. En los inicios de los noventa, despidió a José Cárdenas de Enfoque -sí, del mismo espacio- bajo alegatos de censura. En ese entonces, el Güero no salió a dar explicacio­nes de su despido, eran otros tiempos.

Ambos casos son ejemplos de lo endeble que se encuentra la prensa ante el acoso directo o disfrazado del poder. En ambas ocasiones, el antídoto contra la insidia es la verdad. En todas, la búsqueda de la verdad se ha convertido en algo complicado, sinuoso, difícil hasta la medula.

Difícil, pero no imposible, pregunten a Ronan Farrow.

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