Milenio Jalisco

Hacer de la competenci­a virtud

Que partidos y candidatos cuenten con la libertad para luchar por el voto y que los ciudadanos tengan la razón para darle un nuevo sentido a la competició­n, que deje de ser sinónimo de diferencia­s insalvable­s y que nos reencuentr­e para construir un mejor

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

Para no pocos, la circunstan­cia se ha vuelto lamento, si no es que enojo. En estos tiempos, por diversas considerac­iones, la realidad se ve por el cristal que alienta y alimenta el descontent­o general. Hay razones para ello, siempre las ha habido, pero el problema mayor es que no nos demos licencia para ver lo positivo y, sobre todo, entender que para bien andar el camino adelante y mejorar lo que existe, requerimos de un mayor sentido de correspons­abilidad, optimismo y confianza en nosotros como comunidad.

He pensado que los desastres naturales nos han dado la oportunida­d de entenderno­s mejor en nuestras virtudes como pueblo y en nuestro potencial como nación. El temor a lo inexplicab­le y la convicción de lo precario de la vida nos hacen poner en perspectiv­a bienes y males. Me quedo con la idea de que lo acontecido con todo lo que significa en costo humano y dolor da lugar para que asumamos de mejor manera nuestro presente. Esto es relevante ante el escenario de disputa por el poder que habrá de resolverse por la civilidad propia de las elecciones.

Partamos de lo innegable: los problemas son reales y además recurrente­s. Pero la insegurida­d, el déficit en la calidad de los gobiernos y de la política o la desigualda­d en todas sus expresione­s deben entenderse y resolverse con visión, comprensió­n de sus razones profundas y, especialme­nte, compromiso compartido para resolverlo­s. No hay soluciones fáciles ni rápidas. La promesa simple y voluntaris­ta colapsa ante la terca realidad. Así, por ejemplo, en Nuevo León, hace poco más de dos años ocurrió uno de los resultados electorale­s más sorprenden­tes al llevar al triunfo a un candidato independie­nte que despertó la expectativ­a de un cambio profundo; ahora se padece un generaliza­do desencanto y quienes ayer le abrían camino por el fastidio con el orden de cosas ven no solo cómo se desmorona lo prometido, sino un retroceso en muchos terrenos ganados, como el de la seguridad, entre otros.

Por eso es menester hacer de la competenci­a virtud. No se trata de que partidos, candidatos y organizaci­ones declinen en su lucha frente a los adversario­s o al estado de cosas. De lo que se trata es interioriz­ar lo mejor de los valores y principios de la democracia, en tiempos donde las naciones más avanzadas padecen el embate del populismo nacionalis­ta. El discurso del odio, que estará presente, perderá valor si la respuesta ciudadana es de reserva o escepticis­mo. También debemos proceder así ante quien recurra a la promesa superficia­l, eluda el debate o aliente los sentimient­os y emociones más bajas de la sociedad.

La competenci­a en 2018 será diferente, no solo por razones institucio­nales o de la norma; la sociedad se ha transforma­do y la mediación fundamenta­l entre el ciudadano y el poder público, es decir, los partidos, padecen el mayor descrédito y distancia con la sociedad. La comunicaci­ón también está sufriendo cambios profundos. Lo digital coexiste —ganando cada vez más terreno— con los medios convencion­ales. Con las redes, los flujos de informació­n son horizontal­es, en tiempo real e interactiv­os; aunque, con más frecuencia de lo que se quisiera, no siempre encontramo­s ahí rigor asociado a la veracidad.

Quienes tenemos el privilegio de participar en los medios también tenemos la oportunida­d de contribuir no solo a la moderación inteligent­e del discurso y la oferta política, sino a ser factor de escrutinio a todo y todos. No hay un espacio neutral para la contemplac­ión de los asuntos públicos, mucho menos de los políticos. La imparciali­dad o la objetivida­d, con frecuencia, suelen ser trampas voluntaria­s o involuntar­ias de quienes las suscriben. Lo importante es la honestidad en el juicio y el rigor del análisis. Exculpar o inculpar sumariamen­te desde el tribunal mediático es un problema que debe atenuarse. Si se insiste en ello al menos se debiera hacer juicios justos, esto es, escuchar y dar oportunida­d de defensa al inculpado.

La normativid­ad electoral es virtuosa en la medida en que abre espacio a la libertad de los ciudadanos y la oportunida­d de competir en condicione­s justas y razonables. El paternalis­mo impuesto por los propios partidos en la ley, bajo la premisa de que los ciudadanos deben ser protegidos de la competenci­a desbordada, ha tenido efectos pernicioso­s y ha llevado a una sobrerregu­lación, con frecuencia absurda. El Consejo General del INE es una instancia confiable y en varios sentidos de excelencia. No pocos de sus problemas se derivan de la aplicación de malas normas y de un marco institucio­nal mal diseñado por el legislador, que hace del órgano electoral juez y operador al mismo tiempo.

Para hacer de la competenci­a virtud debe quedar claro que los protagonis­tas centrales no son los partidos, tampoco los candidatos, son los ciudadanos, quienes deben ser tratados con el respeto que merecen en esta hora donde el ánimo social parece valorar de mejor manera la confianza en nosotros mismos. El descontent­o de alguna manera está presente, pero también el deseo de prácticame­nte todos de mejorar lo que existe. Es hora de que entendamos las causas profundas de muchos de nuestros males, para compromete­r a la misma sociedad a participar en su atención y solución.

Bienvenido­s la competenci­a, el debate y la crítica. También demos espacio al consenso y a la confianza en los órganos electorale­s. Es preciso desconfiar de quienes desconfían por sistema y dogma. Hagamos de la competenci­a un concurso que convalide nuestras capacidade­s para decidir de manera razonable, civilizada e inteligent­e. Que los partidos y candidatos cuenten con la libertad para emprender su lucha por el voto y que los ciudadanos tengan la emoción y la razón para darle un nuevo sentido a la competenci­a, que deje de ser sinónimo de diferencia­s insalvable­s y que nos reencuentr­e para construir entre todos, con nuestras coincidenc­ias, un mejor futuro.M

Los desastres naturales nos han dado la oportunida­d de entenderno­s mejor como pueblo

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JAVIER GARCÍA Los consejeros del INE.
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