Seguridad alimentaria
En el año 2015 se llevó a cabo en Milán la Exposición Universal sobre la alimentación con el lema “Alimentar al planeta, energía para la vida” en la que participaron 110 países, una amplia representación de empresas y de organizaciones internacionales que durante seis meses exhibieron el progreso de la industria de la alimentación.
La agencia alimentaria de las Naciones Unidas, la FAO, informaba en el marco de esa exposición que los seres humanos consumen, en promedio, 2,868 calorías diarias, pero que alrededor de 800 millones de personas sufren malnutrición crónica, y que el 11.3% de la población mundial padecía hambre, que ese porcentaje se había reducido de un 18.7% en los últimos veinte años, (dato que contradice lo que José María Sumpsi, subdirector de esa agencia mundial en el 2009 decía, “en los últimos tres años el número de personas que pasan hambre en el mundo pasó de 854 a 1,020 millones”).
La FAO también daba a conocer hace dos años que la alimentación en el mundo se sostiene sobre las 570 millones de granjas que existen en el planeta, de las que alrededor de un 80% son pequeñas explotaciones familiares por lo que el verdadero poder reside en los mayores compradores, y que la seguridad alimentaria dependerá en gran medida de lo que hagan tres grandes multinacionales, Nestlé, Archer-Daniels y Bunge, empresas líderes del sector agroalimentario en el mundo, además de que dar de comer a los 9,600 millones de seres humanos en el 2050 requiere realizar inversiones de 83,000 millones de dólares anualmente.
La tierra y el agua son los dos grandes retos para garantizar la alimentación a la población mundial ya que solo un 11% de la superficie terrestre del mundo es cultivable, y mientras que en 1961 había 2.5 hectáreas de tierra cultivable por habitante en el 2050 habrá menos de 0.8%, al mismo tiempo, se necesitará un incremento de 64,000 millones de metros cúbicos de agua dulce cada año para adecuar la producción agroalimentaria a la demanda.
Otros problemas del sector agroalimentario tiene que ver con el cambio climático, las soluciones tecnológicas y su uso más intensivo, la expansión del mercado de biocombustibles, el imparable aumento del consumo de carne que demandará el 60% del incremento de producción de alimentos solo para dar de comer al ganado. En este rubro, el estadounidense Jeremy Rifkin explicaba hace quince años que el problema del hambre se debía a que gran parte de la producción (el 70% de cereales en Estados Unidos) se destinaba a la alimentación de ganado, la mayoría vacuno, y que sólo el 11% de lo que comen los animales se transforma en carne de vaca, el resto se quema como energía (recordemos que más del 15% de los gases del mundo son emanaciones de las reses).
El desafío tecnológico que se consideraba el reto más serio del futuro tiene que ver con el transporte y almacenaje de alimentos pues en algunos lugares parte importante de la producción (sobre todo de frutas) se pierde por esas causas. Por lo que hace a la demanda, se afirmaba que los consumidores buscan cada vez más variedad, salud y autenticidad de los productos que consumen.
En el Índice Global de Seguridad Alimentaria que elabora la revista The Economist, se acaba de dar a conocer que México descendió del lugar 39 al 43 en el ranking se seguridad agroalimentaria, ya que el 95% de la soya, el 84% del arroz, el 63% del trigo, el 37% del consumo de maíz y de carne de cerdo, así como el 22% de la leche que consumimos se tiene que importar.
Francisco Mayorga Castañeda, en una conferencia en febrero del 2013 explicaba que México no cuenta con buenas condiciones orográficas, no tiene grandes extensiones de terreno cultivables que permitan una producción a gran escala y a bajo costo como en los Estados Unidos en donde se producen 9 toneladas de maíz por Ha. (en México solo 2.9), que allá existen 300 millones de hectáreas cultivables (una Ha. por persona) mientras que nosotros tenemos solo 25 millones (menos de 1/4 de Ha. por habitante), que el 52% del territorio nacional son ejidos y comunidades indígenas lo que provoca que la mayoría de la superficie cultivable de la propiedad social sea de unas 5 hectáreas, además de que para incrementar la producción alimentaria existían otras limitantes, por un lado el financiamiento y la comercialización, por otro, la falta de organización y de confianza.
El artículo 4 de nuestra centenaria Constitución dispone “Toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad. El Estado lo garantizará”. El reto es dar de comer a los millones de personas que viven en pobreza alimentaria.