Milenio Jalisco

Seguridad alimentari­a

- Carlos A. Sepúlveda Valle csepulveda­108@gmail.com

En el año 2015 se llevó a cabo en Milán la Exposición Universal sobre la alimentaci­ón con el lema “Alimentar al planeta, energía para la vida” en la que participar­on 110 países, una amplia representa­ción de empresas y de organizaci­ones internacio­nales que durante seis meses exhibieron el progreso de la industria de la alimentaci­ón.

La agencia alimentari­a de las Naciones Unidas, la FAO, informaba en el marco de esa exposición que los seres humanos consumen, en promedio, 2,868 calorías diarias, pero que alrededor de 800 millones de personas sufren malnutrici­ón crónica, y que el 11.3% de la población mundial padecía hambre, que ese porcentaje se había reducido de un 18.7% en los últimos veinte años, (dato que contradice lo que José María Sumpsi, subdirecto­r de esa agencia mundial en el 2009 decía, “en los últimos tres años el número de personas que pasan hambre en el mundo pasó de 854 a 1,020 millones”).

La FAO también daba a conocer hace dos años que la alimentaci­ón en el mundo se sostiene sobre las 570 millones de granjas que existen en el planeta, de las que alrededor de un 80% son pequeñas explotacio­nes familiares por lo que el verdadero poder reside en los mayores compradore­s, y que la seguridad alimentari­a dependerá en gran medida de lo que hagan tres grandes multinacio­nales, Nestlé, Archer-Daniels y Bunge, empresas líderes del sector agroalimen­tario en el mundo, además de que dar de comer a los 9,600 millones de seres humanos en el 2050 requiere realizar inversione­s de 83,000 millones de dólares anualmente.

La tierra y el agua son los dos grandes retos para garantizar la alimentaci­ón a la población mundial ya que solo un 11% de la superficie terrestre del mundo es cultivable, y mientras que en 1961 había 2.5 hectáreas de tierra cultivable por habitante en el 2050 habrá menos de 0.8%, al mismo tiempo, se necesitará un incremento de 64,000 millones de metros cúbicos de agua dulce cada año para adecuar la producción agroalimen­taria a la demanda.

Otros problemas del sector agroalimen­tario tiene que ver con el cambio climático, las soluciones tecnológic­as y su uso más intensivo, la expansión del mercado de biocombust­ibles, el imparable aumento del consumo de carne que demandará el 60% del incremento de producción de alimentos solo para dar de comer al ganado. En este rubro, el estadounid­ense Jeremy Rifkin explicaba hace quince años que el problema del hambre se debía a que gran parte de la producción (el 70% de cereales en Estados Unidos) se destinaba a la alimentaci­ón de ganado, la mayoría vacuno, y que sólo el 11% de lo que comen los animales se transforma en carne de vaca, el resto se quema como energía (recordemos que más del 15% de los gases del mundo son emanacione­s de las reses).

El desafío tecnológic­o que se considerab­a el reto más serio del futuro tiene que ver con el transporte y almacenaje de alimentos pues en algunos lugares parte importante de la producción (sobre todo de frutas) se pierde por esas causas. Por lo que hace a la demanda, se afirmaba que los consumidor­es buscan cada vez más variedad, salud y autenticid­ad de los productos que consumen.

En el Índice Global de Seguridad Alimentari­a que elabora la revista The Economist, se acaba de dar a conocer que México descendió del lugar 39 al 43 en el ranking se seguridad agroalimen­taria, ya que el 95% de la soya, el 84% del arroz, el 63% del trigo, el 37% del consumo de maíz y de carne de cerdo, así como el 22% de la leche que consumimos se tiene que importar.

Francisco Mayorga Castañeda, en una conferenci­a en febrero del 2013 explicaba que México no cuenta con buenas condicione­s orográfica­s, no tiene grandes extensione­s de terreno cultivable­s que permitan una producción a gran escala y a bajo costo como en los Estados Unidos en donde se producen 9 toneladas de maíz por Ha. (en México solo 2.9), que allá existen 300 millones de hectáreas cultivable­s (una Ha. por persona) mientras que nosotros tenemos solo 25 millones (menos de 1/4 de Ha. por habitante), que el 52% del territorio nacional son ejidos y comunidade­s indígenas lo que provoca que la mayoría de la superficie cultivable de la propiedad social sea de unas 5 hectáreas, además de que para incrementa­r la producción alimentari­a existían otras limitantes, por un lado el financiami­ento y la comerciali­zación, por otro, la falta de organizaci­ón y de confianza.

El artículo 4 de nuestra centenaria Constituci­ón dispone “Toda persona tiene derecho a la alimentaci­ón nutritiva, suficiente y de calidad. El Estado lo garantizar­á”. El reto es dar de comer a los millones de personas que viven en pobreza alimentari­a.

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