Milenio Jalisco

Corrupción, el carnaval del cinismo

- CARLOS PUIG

Hay que tener mucha cara, o mucho cinismo, u otras cosas que no es apropiado escribir aquí, para pasar estas semanas previas a destapes y seleccione­s de candidatos en una especie de concurso para ver quién es más corrupto entre todos los partidos y sus aspirantes. Pero en esas andamos. Señal inequívoca de la desconexió­n entre partidos y ciudadanos que aún creen que manchar a todos es la manera de competir.

Hay, por supuesto, para repartir. Y hay, por supuesto, grados, matices y niveles.

Pero hay algo que permea a todos: la impunidad.

El escándalo y la presión de los medios hoy tiene en proceso a algunos ex gobernador­es, pero en todos los casos sucede después del desfalco, aunque se supiera desde antes.

Nadie podrá recordar, en los últimos lustros, algún funcionari­o de verdadero alto nivel en funciones procesado por corrupción. Será por eso, porque todos saben que eso no sucederá nunca, que los dimes y diretes se quedan en eso, en declaracio­nes, denuncias mediáticas sin consecuenc­ia alguna. La verdad o la mentira de esas revelacion­es no importa, importa aventar el golpe, hacernos creer que todos son lo mismo. El que generaliza absuelve, esto lo saben bien quienes manchando al otro pretenden esconder su propia historia.

Y eso crea otra distorsión: esta idea tan de moda en los últimos meses que lo que importa es la honestidad personal. Algo así como: sí, sí, todos son bien transas, pero él o ella nunca lo han sido. Lo cual, según esa versión, los hace, ahora resulta, casi heroicos. Pero olvidan que todos ellos y ellas y su grupo compacto han tenido puestos de responsabi­lidad durante los últimos 10 o 15 años donde la fiesta de la corrupción ha sido imparable. Y a ninguno se recuerda ni denunciand­o ni renunciand­o ni haciendo demasiado para detenerla. El silencio, la omisión, es una forma de corrupción, más allá de lo que se tiene en el banco.

Por eso es que quienes gobiernan, en todos los niveles, huyen de lo sistémico, lo estructura­l. El fortalecim­iento real de los controles institucio­nales, la rendición de cuentas, los aparatos de procuració­n de justicia.

Por eso les encanta acusar al otro, al de enfrente; en la confusión, ganan ellos, perdemos todos. Y la fiesta sigue.

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