La Feria del Cartón y el Juguete llega cargada de nostalgia y tradición
Comerciantes luchan por mantener el espacio, pese a trabas, ofrecen calaveritas de azúcar, juguetes y otros productos típicos
Con entusiasmo y la alegría natural que se lleva cuando a uno le gusta lo que hace, a primera hora de ayer domingo comenzaron a instalarse en el parque Morelos parte de los casi 200 comerciantes que forman parte de la Feria del Cartón y el Juguete, una tradición que está cerca de cumplir 80 años y que trae consigo todo el color del Día de Muertos a Guadalajara. Se preparaban para hoy, día en que comienzan las ventas en el sitio.
No eran ni las 10 de la mañana, y el olor a pan ya comenzaba a invadir parte del parque, se trataba de uno de los puestos que apenas instalándose ya hacía uso de sus hornos y sacaba piezas de pan del mismo. Más adelante, don Juan acomodaba tranquilamente sus juguetes de madera, mientras otro comerciante unía una a una las piezas de metal que le dan forma a su espacio.
“Se siente bonito ser parte de esta feria, ya desde hace veinte años que venimos aquí año con año a vender, aunque nos han querido mover y reubicar, pertenecemos al parque Morelos”, cuenta una de las comerciantes, quien vende pan y ocupa uno de los primeros espacios en la cada vez más pequeña feria, pues la vendedora recuerda también cuando ésta rodeaba todo el parque Morelos, ahora solo ocupan su costado sobre la calle San Diego.
Sus palabras engloban parte de las trabas con las que se han topado los comerciantes, la mayoría familias que han estado en la Feria por más de 70 años, con el paso del tiempo. Las ventas ya no son las mismas, admiten, la llegada de nuevos y modernos juguetes que reemplazaron a las coloridas muñecas de cartón y resistentes modelos de madera, así como la facilidad con que ahora en supermercados se consiguen calaveritas de azúcar y decoraciones, han golpeado fuerte al tradicional espacio.
“Han bajado considerablemente (las ventas), anteriormente se vendía mucho, ya no se vende igual (…) nosotros somos fabricantes y nos castigamos un poquito el bolsillo para poder tener esta tradición, pero las ventas sí han bajado, y ahora más con las obras que quedaron inconclusas”, dice Jorge, de Calaveritas Juárez, mientras señala un puñado de tierra donde se supone debería haber pasto en el descuidado parque Morelos.
Pero ni eso, ni que en más de dos ocasiones los hayan reubicado, o que este año aumentaran los precios de la renta casi al doble, como acusó uno de los vendedores, es impedimento para que las familias vendedoras continúen con entusiasmo sosteniendo esta tradición tapatía en un lugar arraigado en la mente de más de un habitante de Guadalajara y en el que se respira nostalgia y color.