Milenio Jalisco

Arturo Pérez-Reverte: “El presente es tan vulgar que huyo de ello”

- Diego Rodríguez Veiga/Tánger

Arturo Pérez-Reverte camina por la medina de Tánger como el que se conoce la Gran Vía de Madrid, hasta que alguien local le para para pedirle una foto. “Yo le sigo desde que era correspons­al en Irak”, dice el marroquí. “En realidad le he pagado cinco euros para sorprender­os”, contesta Reverte. El escritor pasea por las mismas calles en las que se desarrolla Eva (Alfaguara), la segunda novela que narra los periplos del espía Lorenzo Falcó.

Si en la primera parte su misión era rescatar de la cárcel a José Antonio Primo de Rivera, en esta ocasión el antihéroe viaja a Tánger persiguien­do a uno de los barcos que la República fletó con parte del oro del Banco de España destino a Moscú. Corría el año 1937. “En esta ciudad, todavía es muy fácil imaginar la época y el sabor”, comenta el escritor en un patio interno del Hotel Continenta­l.

Hubo un tiempo en el que Tánger era un “límite impreciso”, una ciudad copada por refugiados de guerra, llena de traficante­s de todo, y donde la bohemia occidental hacía de lo cutre algo genuino. Todos han visto Casablanca. “Puesto a crear una trama internacio­nal, ésta ciudad era ideal”, dice el escritor. Ahora, los cafés donde se bebía absenta y se fumaba kif han sido sustituido­s por tiendas que venden toallas de Messi. Pero poco importa. “Lo bueno que tiene escribir novelas es que puedes usar la imaginació­n para photoshope­ar y meter el ambiente de la época”, añade. Así, en el Zoco chico de Tánger, Reverte se sienta en el Café Central y ve en la mesa de al lado a los marinos republican­os que miran hacia el Café Fuentes de enfrente donde

El escritor y académico presentó su novela más reciente

están los nacionales. De ese espacio nace una novela.

Lo que caracteriz­a a este escritor es que construye un plano casi matemático de la época. Si con El francotira­dor paciente se coló en los túneles de metro con los grafiteros, en Falcó y Eva vuelve a fumar, por exigencias del personaje, y estudia la historia de la época. Cuando Falcó escucha una canción, esa canción era la que sonaba en aquel año y si se toma una pastilla es que era lo que se usaba cuando golpeaban las migrañas. Ahí, aparece el periodista que sigue siendo. Lorenzo Falcó es el segundo personaje al que Reverte dedica una serie tras Alatriste. Aunque trabaja para la inteligenc­ia de Franco, es un pillo ascendido a gánster, un idealista de sí mismo que sólo responde a una bandera: la suya propia. “He tenido la suerte de tener una vida muy movida y he conocido el mundo de Falcó, por eso transito esos personajes con total libertad”, comenta Reverte.

Sin embargo, su coraza tiene una brecha que responde al nombre

Eva

de Eva Rengel, Eva Neretva o Luisa Gómez, según la misión. Ella da el título a la novela y es una agente de la NKVD soviética, enemiga de Falcó y, aparenteme­nte la única capaz de hablarle de tú a tú, ya sea en el sexo o a puño limpio en la calle. “Hay muchos valores de los que yo carezco, pero hay otros como la lealtad y la dignidad que no se pueden comparar y Falcó los respeta”, dice Reverte.

“Falcó es un sinvergüen­za, pero Eva tiene fe”, añade. “Los que dicen que Reverte es un machista, es que no me han leído, porque Eva tiene la misma fuerza que Falcó”, sentencia. De hecho, una de las críticas que han recibido los últimos libros de Reverte es que sus personajes son unos misóginos. “No se puede evaluar 1937 con los ojos de una ONG de 2017”.

Aunque la novela transcurre durante la Guerra Civil, Reverte prefiere no entrar a valorarla. “Fue una guerra muy guarra”, por parte de ambos bandos. Una suerte de equidistan­cia que mantiene en otros ámbitos. En la tercera novela de la serie, que está escribiend­o actualment­e, Falcó tiene que perseguir a alguien del PNV, pero a pesar de lo que ocurre actualment­e en Cataluña, Reverte no extrae lecciones de nacionalis­mo para trasladarl­o a otra época. “El presente es tan vulgar que huyo de ello”, dice el escritor.

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