El ADN nacional y las elecciones que vienen
Da la impresión que para la mayoría de los mexicanos lo que verdaderamente importa en materia electoral es saber quién será el próximo presidente de la República.
No obstante, el avance democrático en el último cuarto de siglo que superó la hegemonía priista, y siendo evidente que se ha disminuido el poder presidencial y fortalecido a los poderes Legislativo, Judicial y electoral, así como a los gobiernos estatales y municipales, y la ascendente participación social en las cuestiones públicas, se halla intacto en el ADN NACIONAL el difunto presidencialismo, que ocupa ya una página de la historia.
Ello deriva del tlatoani milenario que anida en la mente colectiva y se expresa en un hipotético “salvador”, “redentor”,
“cacique”, “caudillo” o “iluminado”, como único posible dador de la felicidad que anhela y merece el pueblo.
Pues, ¿qué hacer para terminar con eso que podríamos llamar sincretismo cuasi
religioso, que se asoma obsesivamente cada seis años y que es aplastado por la terca realidad?
Están a la vista los beneficios y las calamidades nacionales originados por acciones u omisiones de los presidentes en turno y sus equipos, pero también los que provienen de otros poderes y de la propia sociedad. No todo lo que sucede debe facturarse al presidente en ejercicio. De ahí la importancia al sufragar el año próximo, bajo la premisa de que son insoportables los males que se han enseñoreado del territorio nacional.
Pero, mire usted: VOZ Y VOTO, que dirige el dilecto amigo y prestigiado politólogo Jorge Alcocer, revista indispensable para entender la realidad que de momento a momento se va conformando en la política nacional, nos da datos duros.
La contienda, disputa, competición, pelea o rebatiña electoral del primer domingo de julio próximo comprenderá 18 mil 367 cargos públicos: 1 presidente, 9 gobernadores, 128 senadores, 500 diputados, 984 diputados locales, mil 614 alcaldes, mil
783 síndicos y 13 mil 348 regidores (no incluye suplentes).
Siendo de importancia capital la elección de presidente, no debemos desdeñar a las otras estructuras de gobierno.
Hoy la distribución del poder público es compartida. Los entes que lo detentan están interrelacionados y tienen alto grado de corresponsabilidad, como, por ejemplo, en materia de seguridad.
Siendo así, ¿cómo decidir, si no hay candidatos perfectos ni fórmulas mágicas?
Procure usted 1) conocer las propuestas de los candidatos, y con quiénes y cómo pretenden materializarlas. 2) Votar por los que sus trayectorias los acerquen más al ideal: AL DEMÓCRATA HONESTO, CAPAZ, FIRME, SENSIBLE, RESPETUOSO DE LOS QUE PIENSAN DIFERENTE Y CONCILIADOR. Esos serán buenos para México.
Los diálogos y debates públicos con candidatos serán indispensables. Próximamente le daré mi opinión.