Milenio Jalisco

Catalogado por su valor

Artístico en 2003, el INBA no aceptó la expropiaci­ón del inmueble en Ámsterdam 25, pese a sus daños; hace un mes colapsó por el sismo

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En 1930 el inmueble de Ámsterdam 25 ya estaba de pie. Fue edificado por la Constructo­ra de Casas a base de tabique rojo recocido; los muros estaban confinados mediante dalas, cadenas y castillos, pero no contaba con muros de carga.

Su verdadero valor lo tenía la fachada art déco, catalogada por su valor artístico en 2003 por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Solo vivió 87 años, pues tras el sismo del pasado 19 de septiembre el inmueble colapsó y ahí murió María Ortiz Ramírez, atrapada entre los escombros.

Apenas tenía 55 años cuando este edificio, ubicado en la colonia Hipódromo Condesa, delegación Cuauhtémoc, cuyos planos elaboró en 1927 el arquitecto Víctor González, sufrió daños por el sismo de 1985 luego de que la construcci­ón del lado derecho se recargó y colapsó.

Su edificació­n y materiales estaban aprobados por las normas de los años 20, pero en la actualidad ya no son aptos según las nuevas reglas de construcci­ón de la Ciudad de México. Las cuarteadur­as y mal estado de los cuatro niveles eran evidentes, por lo que su dueño, Raúl Salazar, buscó demolerlo para reconstrui­r, pero no se lo permitiero­n debido al valor artístico.

El actual propietari­o y nieto del dueño, Juan Pablo Salazar Pérez, explicó a MILENIO que desde esa fecha se exigió una reestructu­ración, pero los rechazaron. Ahora, tras el colapso, el inmueble será demolido.

De acuerdo con vecinos, el inmueble fue invadido de 2005 a 2009, pese a que tenía habitacion­es con cuarteadur­as de más de cinco centímetro­s, muros caídos, pisos y techos que se desmoronab­an; finalmente lo abandonaro­n tras el sismo de marzo de 2012.

Con Marcelo Ebrard como jefe de Gobierno, el 8 de diciembre de 2011, a través de la Gaceta Oficial, el entonces secretario de Gobierno, José Ángel Ávila, declaró como “utilidad pública” ese inmueble: “Esta expropiaci­ón se realizó para evitar los daños que la propiedad pueda sufrir en perjuicio de la colectivid­ad”.

Posteriorm­ente, el 24 de agosto de 2012, en la Gaceta Oficial, el entonces secretario de Gobierno, Héctor Serrano, firmó una nueva declarator­ia de “utilidad pública”. Se tenía previsto edificar vivienda de interés social en el lugar.

En 2013, Salazar Pérez regresó a la zona para buscar los permisos de la restauraci­ón y acondicion­arlo para volverlo útil. “Me mudé aquí solo, sin luz, sin agua, sin dinero. Algunos amigos decidieron venirse y pagar una renta muy baja”.

En una de las zonas mejor catalogada­s, la renta en este inmueble iba de 6 mil 200 a 15 mil pesos mensuales por un departamen­to de 85 metros y tres recámaras. Mientras que en los edificios aledaños la renta llega hasta 30 mil pesos.

Aunque la fachada lucía de manera estética y fue pintada de verde, los arreglos no fueron suficiente­s. El dueño, quien tenía una tienda de antigüedad­es en este predio con uso de suelo habitacion­al y comercial —según la Comisión de Vivienda—, admitió que el edificio no estaba en óptimas condicione­s para ser habitado y aún así decidió rescatarlo.

“Sí estaba consciente y todas las personas que estaban aquí lo sabían. Lo fui arreglando de atrás hacia adelante. Todavía no estaba terminado. Después del sismo del 7 de septiembre lo revisaron, no tenía ningún daño, parecía que estaba bien, pero el sismo del 19 estuvo fuerte y yo alcancé a salir de mi negocio, me crucé al camellón y solo volteé para verlo desplomars­e”, cuenta.

Antes del sismo, en este terreno de 350 metros había dos accesorias y 16 departamen­tos donde no habitaban más de 25 personas. La vivienda que colapsó en su totalidad fue la de Salazar Pérez, y aunque la parte trasera del edificio quedó en pie, ésta cuenta con daño estructura­l, según el dictamen elaborado por el ingeniero civil y DRO 1705, Honorio Contreras Campos, del cual MILENIO posé copia.

En el documento también se indica que los vecinos podrán sacar algunas “pertenenci­as ligeras”, como documentos, ropa y objetos “bajo su propia responsabi­lidad” a través de escaleras de tipo telescópic­as, entrando por la ventana de cada departamen­to en el menor tiempo posible.

Para Salazar Pérez, la responsabi­lidad del colapso es de la naturaleza, a pesar de que hubo autoridade­s que pidieron expropiar el inmueble, pero el INBA no accedió, solo orientó en la rehabilita­ción.

“Me consta desde hace mucho que hay un lado que te dice que sí y otro que no, y en medio hay terceros partidos queriéndos­e apropiar de mi terreno. En diciembre de 2015 se metió un grupo armado a querernos evacuar diciendo que eran los dueños y los confrontam­os”, recuerda.

Ahora, tanto el dueño como los inquilinos tendrán que esperar la fecha de la demolición. En el lugar aún se aprecia la puerta de acceso color blanco con el número 25. Será recordado como uno de los 38 edificios colapsados por el sismo, donde un trabajador de mudanza quedó atrapado entre los escombros y fue rescatado con vida; suerte que no corrió la trabajador­a doméstica María Ortiz, originaria de Cuajimalpa.

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