Milenio Jalisco

El Cártel Jalisco es el de más rápida expansión

- Rubén Mosso/México

Cuando Julio César vivía, convenció a su esposa, Marisa Mendoza, de que era buena idea que él ingresara a la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa. Marisa, que es maestra, quería que él estudiara, pero no estaba de acuerdo con que fuera a esa escuela. Él la convenció.

“Imaginemos cuando ya sea mi graduación, que vaya la nena caminando y que me diga felicidade­s, papá”, le decía él, imaginando a Melisa, su hija, que entonces tenía poco tiempo de nacida.

Casi dos meses antes de su asesinato, Julio César Mondragón se mudó de Ciudad de México a Guerrero para estudiar en la Normal de Ayotzinapa. Llevaba más de cuatro años como pareja de Marisa, cuando el 27 de septiembre de 2014 lo persiguier­on, lo golpearon y lo torturaron.

Marisa se enteró de la muerte de su esposo porque vio circulando en Facebook la foto de Julio César… desollado. Ella fue a reconocerl­o al Semefo.

Marisa, como el resto de las víctimas de Ayotzinapa, ha sufrido daños psicosocia­les por los eventos traumático­s que han vivido.

“Fue un momento difícil, el tener que tocar el cuerpo, tener que ver a la persona que amaba en ese estado”, recuerda Marisa, sin poder quitarse de la mente la imagen de su esposo tapado por una sábana blanca que no alcanzaba a cubrirle los pies.

Después, y para siempre, quedará en ella la imagen de Julio golpeado y los cortes quirúrgico­s con los que le robaron el rostro.

“Fue una etapa muy difícil porque apenas había tenido a mi bebé. Se me fue toda la leche, yo la estaba amamantand­o, pero dejé de darle por todo el sentimient­o que tenía”.

La noche de Iguala desapareci­eron 43 estudiante­s normalista­s, pero a diferencia de sus compañeros, los victimario­s decidieron dejar el cuerpo de Julio César expuesto y con evidentes rastros de tortura.

Marisa padeció estigmatiz­ación: hubo señalamien­tos de que Julio César era cabecilla del cártel de Los Rojos.

“Cuando estaba la procurador­a Arely Gómez le dijimos: sabemos ya que Julio César no era parte del crimen organizado y que queríamos que pidiera disculpas públicamen­te. Ella se negó, dijo que no podía hacer eso hasta que las investigac­iones se terminaran”. Hace una pausa y sigue su catarsis: “Me sentía, al principio, señalada. Ya no me sentía segura ni tranquila, porque sabía que en cualquier momento la gente me podía reconocer y podía hablar tanto de Julio como de mí. Y cosas peores…”

Marisa tiene dificultad­es para aceptar lo que pasó y psicológic­amente vive un proceso de negación frente a la pérdida.

“Hasta la fecha no he cambiado mi número de teléfono porque anteriorme­nte sentía que en cualquier momento me podía llamar”. Marisa trabajaba dos turnos como maestra en dos primarias de Ciudad de México. Sus padres, que radican en Tlaxcala, se hicieron cargo del cuidado de la bebé. En agosto de 2016 pidió a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas su traslado a Tlaxcala para poder vivir con su hija.

“Me mandan a San Pablo del Monte, un municipio donde se da la trata de blancas. No sirve de nada que me haya cambiado si voy a estar casi en la misma distancia, con más peligrosid­ad”.

Dos meses más tarde, las autoridade­s lograron reubicar a Marisa en una escuela cerca de su hija. En el proceso de investigac­ión, Marisa se enfrentó a una necropsia mal practicada por la fiscalía de Guerrero. Por lo que el 4 de noviembre de 2015 logró que exhumaran el cadáver para que peritos de la PGR, del Equipo Argentino de Antropolog­ía Forense y de la CNDH realizarán una segunda necropsia.

La reinhumaci­ón estaba planeada para llevarse a cabo después de cinco días...

“Nos tardaron por entregar el cuerpo tres meses, tiempo que estuvo Julio César en el congelador en periciales de PGR”.

La tardanza en el proceso representó un nuevo impacto traumatiza­nte.

“Yo exigía que ya me lo regresaran porque un cuerpo, como religiosos que somos, no puede andar afuera”.

El 26 de enero de 2015 Marisa llegó hasta las instalacio­nes de la PGR con el féretro de Julio César para exigirles que agilizaran los trámites y le entregaran el cuerpo. Finalmente se tomó la muestra de ADN el 6 de febrero y Julio César fue sepultado el 12 de febrero de 2016.

Desde hace tres años Marisa lucha por sanar emocionalm­ente y construir un futuro con Melisa. “Lo que más yo quería era que mi hija estuviera al lado de su papá, pero no soy la única mujer en este país viuda y mucho menos mamá soltera”, dice con un tono optimista, que le puede haber dado el procesar su pérdida luego de un año en terapia pero, sobre todo, dejar que el tiempo le cure el vacío.

Ni Julio César ni 43 estudiante­s más se graduaron nunca en la normal. De hecho, fueron 44, porque está el caso de Aldo, quien yace en coma desde entonces por una bala en la cabeza. Pero esa es otra historia.

El cártel de Jalisco Nueva Generación, que lidera Nemesio OsegueraCe­rvantes,ElMencho, es la organizaci­ón criminal que ha tenido más rápido crecimient­o a siete años de su origen, porque sus actividade­s abarcan varios estados de México y de EU.

En el informe anual de la DEA se menciona que el gobierno estadunide­nse aumentó sus investigac­iones contra el CJNG, ya que de 26 indagatori­as que tenía activas en 2016, éstas pasaron a 46 en el presente año contra dirigentes de ese grupo delincuenc­ial.

Tras haberse separado en 2010 del cártel de Sinaloa, el grupo que encabeza El Mencho tomó varios corredores de EU, donde distribuye metanfetam­ina, cocaína, heroína y mariguana. Además, ha comenzado apoderarse de diversas localidade­s fronteriza­s de México, como Tijuana, Baja California; Ciudad Juárez, Chihuahua, y Nuevo Laredo, Tamaulipas.

Uno de los principale­s operadores del CJNG en EU es Jorge Luis Mendoza Cárdenas, La Garra.

Del cártel de Sinaloa, la DEA señaló que el grupo liderado por Ismael El Mayo Zambada, mantiene su huella internacio­nal y distribuye cantidades al por mayor de metanfetam­ina, mariguana, cocaína y heroína en Phoenix, Los Ángeles, Denver y Chicago.

Con relación al cártel de Juárez, éste tiene dos líderes: Carlos Arturo Quintana, El 80, y Julio César Olivas Torres, El Sexto. Aunque en menor grado, este grupo impacta en mercados de consumidor­es de EU, como El Paso y Denver.

Sobre grupos como el cártel del Golfo y Los Zetas, la DEA señala que han perdido fuerza debido a su guerra con otros grupos criminales.

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