...Y los transgénicos no fueron un peligro
El 18 de septiembre la Gaceta
UNAM presentó un titular impactante: “Invasión de maíz transgénico”. El artículo correspondiente revelaba otro dato alarmante: “90.4% de tortillas en México contiene maíz transgénico”, e informaba que una investigación de un equipo encabezado por Elena Álvarez-Buylla, del Instituto de Ecología de la UNAM, había revelado que en distintos productos de maíz que se consumen en México hay presencia de grano transgénico.
Se tomaron muestras de diversos productos de maíz en supermercados y tortillerías y se sometieron a análisis genéticos para detectar secuencias de ADN transgénico. Éstas se hallaron en 82 por ciento de los productos comerciales. En tortillas, el porcentaje era aún mayor: 94 por ciento.
Para más inquietud, también se detectó la presencia del herbicida glifosato en varios productos analizados. En 2015, el glifosato fue clasificado como “probablemente carcinogénico para humanos” por la OMS. Los datos causaron, naturalmente, alarma, y fueron reproducidos por muchos medios de comunicación.
¿Qué tan justificado es el temor? Muy poco. Para empezar el estudio y los artículos periodísticos dan por hecho un dato falso: que el consumo de maíz transgénico puede dañar la salud.
La investigación indica exactamente lo contrario: el maíz transgénico está presente en prácticamente todos los productos de este grano que consumimos los mexicanos desde hace 20 años, y no ha habido evidencia de impactos negativos en la salud de la población. ¿Qué mejor prueba de su inocuidad?
Por otro lado, la clasificación del glifosato en el grupo 2A de la OMS simplemente indica que hay evidencia suficiente en animales, pero limitada en humanos, de su carcinogenicidad, y no se ha establecido una relación causal sólida. El peligro que presenta es el mismo que el de consumir papas fritas, carne roja, cualquier bebida muy caliente (a más de 65 grados) o el de trabajar en una peluquería: todos riesgos clasificados en el mismo grupo 2A.
El 6 de noviembre, la propia Gaceta
UNAM publicó un texto, firmado por Francisco Bolívar Zapata, Luis Herrera Estrella —pioneros de la biotecnología mundial— y Agustín López-Munguía, que pone en claro muchas inexactitudes de la información de Álvarez-Buylla y sus colaboradores. Entre otras, que nada tiene de novedad que haya transgénicos en productos de maíz en México, dado que su consumo está autorizado desde 1996 y que el país importa anualmente de EUA más de 10 millones de toneladas de maíz, 90 por ciento del cual es transgénico. Aclara también que “Los alimentos modificados genéticamente son los más estrictamente evaluados (…), y a la fecha no se ha reportado daño derivado de [su] consumo para la salud humana o animal”. Finalmente, el texto explica que la información que circuló no especifica qué cantidad de genes transgénicos se halló en los productos: los datos del propio artículo de ÁlvarezBuylla y colaboradores muestran que casi 60 por ciento de los analizados contienen menos de 5 por ciento, por lo que según las normas internacionales califican como “libres de transgénicos”. En resumen, se trata una vez más de información parcial, sesgada, que se presenta de manera estridente para generar un impacto mediático. Afortunadamente, la Gaceta UNAM ha corregido: ojalá los demás medios hagan lo propio.