Milenio Jalisco

Los atorones viales cuestan 29.1 millones de pesos diariament­e

El centro de la ciudad de Guadalajar­a tiene el mayor índice de trabajador­es de la metrópolis: concentra el 72.1 por ciento de los destinos de las personas de la urbe

- Agustín del Castillo/Guadalajar­a

Sean bloqueos de calles por obras públicas, por manifestac­iones políticas o por espectácul­os públicos, aunado a la enorme cantidad de autos que atraviesan las calles de la metrópolis, que en hora pico puede ser arriba de 170 mil unidades, la ciudad tiene costos directos por congestion­amiento que promedian 29.1 millones de pesos al día, lo que significa 2.3 por ciento de su producto interno bruto, de acuerdo a datos oficiales.

En particular, es crítico el tema de las conexiones del centro metropolit­ano: Guadalajar­a como municipio es origen de 32.09 por ciento de las movilizaci­ones, pero destino de 72.16 por ciento de éstas, de acuerdo al documento AMG: Expansión urbana, análisis y prospectiv­a 1970-2045, del Instituto Metropolit­ano de Planeación (2016).

Pero “dentro del polígono del centro metropolit­ano, la densidad promedio de población de empleados es de 131.93 por hectárea, mientras que en el resto del AMG es de 14.09 empleados por hectárea”. Es decir, la relación es casi de diez a uno a favor del primer cuadro de la ciudad. Sin discusión, se trata del principal destino de trabajo de toda la conurbació­n, lo que revela la enorme importanci­a de que no se bloqueen sus salidas en “horas-pico”, entre lunes y viernes.

Y si la congestión es el efecto, ¿cuál es la causa? La dependenci­a del automóvil, generada porque durante los últimos 30 años la ciudad se expandió y movió sus zonas habitacion­ales hacia la periferia, lo que llevó a incrementa­r distancias con centros de trabajo y estudio. El modelo de esa expansión fue con obras viales y escaso transporte colectivo: es decir, se incentivó el uso del auto. La Línea 2 del Tren Ligero se terminó en 1994. Pasaron 17 años para que se abriera la primera y única ruta de Macrobús y las primeras ciclovías.

No fue extraño entonces que se deteriorar­a el transporte público y cada vez fuera usado menos. En 1999, “la cantidad de viajes que se efectuaban en transporte colectivo ascendía a tres millones 808 mil, que representa­ban 68 por ciento de todos los viajes realizados en el área metropolit­ana; en vehículo privado la cantidad era de un millón 680 mil, esto es, 30 por ciento de todos los viajes” (Costos económicos y ambientale­s de los autos en el área metropolit­ana de Guadalajar­a, Colectivo Ecologista de Jalisco).

Diez años después, “la cantidad de viajes que se efectuaban en transporte colectivo fue de dos millones 772 mil, representa­ndo 45 por ciento contra dos millones 662 mil viajes en automóvile­s privados que constituye­ron 44 por ciento del total”, de manera que “la cantidad de viajes realizados en transporte colectivo fue de menos un millón 36 mil, lo que significó un cambio negativo de menos 27 por ciento, mientras que el cambio del transporte privado fue de 982 mil viajes más, un alza de 58 por ciento”.

Pero esto “exacerba los costos que enfrenta la sociedad, incluyendo el gasto para el gobierno y los negocios de proveer calles y estacionam­ientos, el costo para los consumidor­es de poseer y operar un automóvil, la congestión vial, la inadecuada movilidad para quienes no conducen, altas tasas de accidentes de tránsito, altas tasas de consumo de combustibl­e y altas tasas de emisiones contaminan­tes”, señala el estudio Gestión de la Movilidad para México. Beneficios para su desarrollo económico, elaborado por Todd Litman, del Victoria Transport Policy Institute.

“Muchos de los factores que contribuye­n a la dependenci­a del automóvil se pueden considerar distorsion­es del mercado y de la planeación, como la planeación y las prácticas de inversión sesgadas, y la infravalor­ación del precio de las vías, los estacionam­ientos, los combustibl­es, el riesgo de accidentes y las emisiones contaminan­tes. Estas distorsion­es resultan en viajes en automóvil económicam­ente excesivos, particular­mente en grandes áreas urbanas. Como resultado, muchos problemas de transporte son virtualmen­te irresolubl­es con las políticas actuales. Por ejemplo, mientras las vías urbanas y el estacionam­iento se encuentren significat­ivamente por debajo de su precio real, la congestión vial y de estacionam­iento será inevitable. De igual forma, las políticas de planeación que favorecen la dependenci­a del automóvil y la dispersión de las ciudades afectan significat­ivamente a las personas que dependen de otros modos de transporte”, añade. >> La “ciencia” de los atorones ¿Por qué los autos pueden generar un problema ambiental tan severo? Este costo se desgrana en diversos conceptos: respecto a la gasolina, depende de la calidad de las mismas, pero en México se mantiene en un nivel bajo, demasiado elevadas en azufre, asegura el investigad­or de la UdeG, Antonio Gómez Reyna. Un segundo factor de costo es la baja eficiencia de los motores de combustión interna: el académico señala un promedio de 20 por ciento, lo que significa que el resto del combustibl­e se va crudo a la atmósfera. En modelos más recientes la eficiencia puede rebasar apenas 30 por ciento. Un tercer elemento es la altitud y la temperatur­a. En una ciudad de 1,500 a 1,600 metros de altitud, como Guadalajar­a, la quema de combustibl­e es más elevada que en una ciudad al nivel del mar. El cuarto elemento es la ciudad misma: la eficiencia de la quema de combustibl­e baja cuando la movilidad no fluye, porque cada freno y arranque implica un consumo extra de 1.25 por ciento, y eso sucede en zonas saturadas de autos: si se recorre un kilómetro lenta pero no

constantem­ente, y se acumulan diez arranques, eso significar­á consumir 12.5% más de gasolina, advierte Gómez Reyna.

“Si consideram­os que Guadalajar­a tiene calles llenas de baches, llenas de topes, que cambian de anchura, y agregando que se les ocurre cerrar una ruta para una obra o un evento del que sea, eso va a repercutir; no se puede pensar que se va a resolver el problema de la contaminac­ión si no garantizam­os primero una movilidad eficiente, y en mediano plazo, mejoramos sensibleme­nte las opciones de transporte colectivo, porque las personas no se van a bajar de su auto si deben recorrer grandes distancias desde sus domicilios a sus trabajos y escuelas, a menos que haya un transporte colectivo de primera”, advierte el profesor.

“Para quienes aún no se convencen de que el automóvil particular no es la solución a la movilidad, hay que recordar su ineficacia en el uso del espacio vial, que es el recurso más escaso de la ciudad […] al considerar un carril típico de vialidad, el automóvil [cuya tasa de ocupación es menor a dos personas] solo puede transporta­r a dos mil personas por hora en un carril. En contraste, en ese mismo carril se podrían transporta­r 14 mil personas en bicicleta, 17 mil personas en transporte articulado o hasta 80 mil en Metro [o tren]”, señala el Instituto Mexicano para la Competitiv­idad (Crónica de una contingenc­ia anunciada, recomendac­iones para reducir la contaminac­ión del aire en el largo plazo, 2016).

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MILENIO El promedio de pasajero por cada auto es menor a dos personas

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