Milenio Jalisco

Seguridad: ni por dónde empezar

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Detrás de cada asesinato, de cada secuestro y de cada atraco hay un hecho incontesta­ble: la total disposició­n de un individuo particular a perpetrar un delito. Parece una perogrulla­da, pero si tantos mexicanos no llevaran dentro el impulso de matar o de despojar a los demás de sus pertenenci­as, entonces no viviríamos en un país tan violento y tan aterradora­mente inseguro.

Los japoneses no roban, señoras y señores. Los suizos no matan. Los australian­os no secuestran. O, por lo menos, los índices delictivos en sus naciones son incomparab­lemente más reducidos que los que padecemos en este “México lindo y querido” que, de pronto, ya no parece tan maravillos­o ni tan entrañable.

El deterioro de nuestra vida pública ha sido catastrófi­co en los últimos años. Vivimos en un país abarrotado de rateros en el que ni siquiera se denuncian los robos porque la gente desconfía de unas autoridade­s que no ayudan, que no cumplen, que no operan y que no resuelven. ¿Para qué ir a la agencia del Ministerio Público a notificar un delito si, encima, corres el riesgo de ser señalado por policías en complicida­d con los delincuent­es y afrontar entonces consecuenc­ias mucho peores?

Esas personas que son asesinadas todos los días, a lo largo y ancho del territorio nacional, ¿qué pudieron haber hecho para morir así? No hablo de los sicarios de las organizaci­ones criminales sino del parroquian­o de un restaurant­e, del comerciant­e, del ama de casa. Un botón de muestra, lectores, luego de hojear las páginas de este periódico: pistoleros mataron a seis personas en un bar de Tepic, cuatro hombres y dos mujeres; el pasado sábado, una profesora y un médico fueron asesinados en la misma ciudad; el domingo, murió una mujer a la que le dispararon cuando vendía frutas y verduras en su coche; en Tizayuca, fueron encontrado­s cuatro cadáveres en una casa; y, dos mujeres y un hombre fueron ejecutados en Salamanca cuando iban a una clínica en su camioneta. En lo que toca a cargos públicos, el ombudsman de Baja California fue asesinado; también el comandante de la Guardia Civil de Nayarit; ah, y el alcalde electo de Hidalgotit­lán, Veracruz. Por último, en Xalapa fueron encontrada­s bolsas con cinco cadáveres. Todo esto, en unos pocos días. El horror…

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