Sonámbulo
L e cuento esto: soy sonámbulo. Desde que tengo memoria, en la parte más oscura de la noche invento idiomas desconocidos por la lingüística y actúo con cierta frecuencia obras imaginadas por dramaturgos fracasados. Cuando uno despierta de golpe recuerda muy poco de lo que ha hecho o ha actuado. A esa forma de volver del sueño profundo, los médicos le llaman parasomnia. Se trata de extravagancias nocturnas, trastornos clínicos que no son anormalidades del sueño o de la vigilia, sino fenómenos físicos no deseados que aparecen mientras soñamos. En este escogido grupo de habitantes de la noche se encuentran los sonámbulos, los terrores nocturnos, las pesadillas, la enuresis y los despertares confusos.
En otro orden de padecimientos se encuentran las disomnias, patologías tradicionales del sueño que se caracterizan por la dificultad en el inicio o mantenimiento del sueño, o por la somnolencia diurna excesiva. El menú de estas noches estrafalarias incluye los insomnios psicofisiológicos, las apneas del sueño, la narcolepsia y el trastorno del ritmo circadiano. En la oscuridad, un insomne y un parasomne nunca se entenderán. Mientras el primero anhela entrar a la penumbra onírica y perderse en el reposo, el segundo se combate a sí mismo para salir del laberinto de sombras en el que está atrapado. El insomne desea soñar, el parasomne huir de las tinieblas para alcanzar la vigilia. Los insomnes son trágicos, desesperados; los parasomnes, ridículos, seres atormentados por vidas interiores que conspiran para tomar por asalto el poder en el reino de la vigilia.
Aparte de los instrumentos externos que combaten las distintas formas de la parasom- nia como las benzodiacepinas, las terapias psicoanalíticas o la hipnosis, la ciencia ha descubierto una salida dentro de la enloquecida actividad mental de los sueños: the lucid
dream. Los neurólogos le llaman sueño lúcido a la capacidad de intervenir en el contenido de las tramas oníricas. Esa puerta de salida consiste en atraer un poco de vigilia al sueño para detener una pesadilla sobrecogedora o una actuación salida a su vez del argumento de un sueño de Molière. Un editor viene de la vigilia, se interna en el sueño y desactiva el sonambulismo. Estoy soñando que destapan a José Antonio Meade y lo veo asistir al edificio infame de la CTM, pero al mismo tiempo me estoy dando instrucciones para no engañarme pues, en realidad, estoy dormido, no pasa nada. ¿O cómo era? Hay realidades que ni los sueños pueden disipar. Qué barbaridad. M