Milenio Jalisco

Meade, el verdadero “candidato ciudadano”

- Ricardo Alemán

L a fuerza de la costumbre llevó a partidos y políticos a suponer que en todo proceso electoral lo más importante es el partido y el candidato al puesto de elección popular del que se trata.

Más aún, la idea equivocada de que “el corazón” de todo proceso electoral está en el partido y el candidato la han trasladado —de manera tramposa—, al imaginario colectivo de los electores.

Por eso proliferan las campañas mesiánicas —como la de Andrés Manuel López

Obrador—, quien no solo construyó su propio partido, sino que se apropió de la franquicia y hasta “se vende” —ante los electores— como el salvador de la patria.

En esa lógica electorera no importan ni la propuesta del partido ni lo que quieren los ciudadanos, solo importan el partido y el candidato

De igual manera, por eso fuimos testigos de la expectació­n mediática y política provocada por el destape del candidato del PRI y el estupor que provocó en muchos el nombre del elegido; cargo que finalmente recayó en José Antonio Meade.

Lo cierto es que la idea de que el candidato y el partido son más importante­s que el ciudadano —electores que dan el voto y legitiman al ganador— es una de las taras perpetuada­s por políticos y partidos en los procesos electorale­s mexicanos, junto con otras desviacion­es como “el dedo” y “la cargada”.

Sin embargo, pocos se atreven a reconocer que lo verdaderam­ente importante en un proceso electoral es lo que quieren, piensan, creen, lo que suponen y todo aquello en lo que confían los electores respecto a un partido en competenci­a y de un candidato en contienda electoral.

Dicho de otro modo, los partidos modernos, los políticos inteligent­es y las sociedades verdaderam­ente democrátic­as privilegia­n el interés del ciudadano antes de postular a un candidato al máximo puesto de elección, como el de candidato presidenci­al.

En el caso opuesto, en los partidos familiares y en las democracia­s bananeras se privilegia el culto al candidato, al líder y la lealtad al partido.

Y viene a cuento el tema porque en un inédito el PRI y su “jefe máximo”, el Presidente, ensayaron un cambio histórico en la designació­n del candidato presidenci­al para 2018.

¿Qué quiere decir lo anterior, qué es lo inédito y dónde está lo histórico?

Por primera vez en su historia de 88 años, el PRI le propuso a sus militantes —y a los votantes en general—, un candidato que no representa al PRI, que no simboliza a las corrientes priistas, que no personific­a al gobierno saliente y que tampoco significar­á la continuida­d de un gobierno priista.

Es decir, que con José Antonio Meade el PRI está ofreciendo a los electores, en general, la propuesta de candidato que reclaman amplios sectores sociales.

¿Y qué tipo de candidato quieren esos electores?

La mayoría quiere a un candidato no priista, que no milite en el PRI, que no se identifiqu­e con las pillerías del PRI, que no represente la genética del cuestionad­o partido, que no cargue en sus hombres y no lleve en sus alforjas los trucos y las mañas del PRI… Incluso se puede decir, en rigor, que con

José Antonio Meade el PRI está ensayando la fórmula inédita —en una contienda presidenci­al—, de impulsar a un candidato ciudadano.

Sin duda muchos podrían cuestionar el concepto anterior. Sin embargo, en los hechos y con datos duros es posible sostener que Meade es el verdadero candidato independie­nte y ciudadano en la contienda presidenci­al de 2018.

Nunca ha militado en partido alguno, no pertenece a grupo político alguno —su grupo político y de amigos data de los tiempos estudianti­les—, no ha trabajado en un gobierno de un solo signo partidista y se le puede identifica­r, al mismo tiempo, como simpatizan­te del PAN, del PRI y —sobre todo— como un militante ciudadano.

Pero no, el experiment­o que puso en marcha el PRI con el destape de José

Antonio Meade no es una novedad en la política mexicana y tampoco en un proceso electoral.

Hoy mismo gobierna Ciudad de México un político que llegó sin experienci­a de gobierno, sin experienci­a de partido, sin militancia y sin compromiso­s ideológico­s. Todos saben que ese político se llama

Miguel Ángel Mancera y que resultó todo un fenómeno electoral en 2012 en la capital del país.

¿Qué pasó en PRD de entonces —en los previos a 2012—, para que los amarillos hayan decidido postular a un candidato ciudadano como Miguel Mancera?

La respuesta es la misma que hizo que el PRI postulará para 2018 a José Antonio Meade.

Los electores reclaman un candidato ciudadano. Por eso el enojo de muchos.

Al Tiempo. m

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