Milenio Jalisco

“Se nos hizo pensar que en la cocina no sucede nada”

- EFE/Guadalajar­a

Después de 28 años, finalmente la escritora Laura Esquivel termina la trilogía que comenzó con agua para chocolate, continuó con El diario de Tita y ahora culmina con Mi negro pasado

Laura Esquivel regresa al universo de Como agua para chocolate con Mi negro pasado, novela con la que reivindica el saber que se puede extraer de la cocina, pese a que durante años se hizo creer a las mujeres que son lugares en los que “no sucede nada”, afirma.

De esta forma, Esquivel (Ciudad de México, 1950) cierra la trilogía que inició en 1989 y continuó cuando el año pasado publicó El diario de Tita. En un principio, la autora tenía la idea de que Como agua para chocolate fuera una novela única. “Pero uno nunca sabe”, comenta la escritora.

Mi negro pasado está ambientada en la actualidad y cuenta la historia de María (quien es tataraniet­a de Tita, su emblemátic­o personaje), una mujer con problemas de adicción a la comida en un momento de crisis emocional después del abandono de su pareja.

Mirando a las mujeres de su familia de generacion­es anteriores, María intentará “encontrar las claves para salir adelante”. Un camino que, necesariam­ente, pasa por la cocina. “Por mucho tiempo” se nos hizo pensar que en espacios como la cocina “no sucedía nada, no pasaba nada, que estabas perdiendo el tiempo”, afirma.

Por eso, argumenta, “demostrar que uno era un ser pensante, que podía ir a la universida­d, que podía hacer cosas más útiles, entre comillas” se convirtió en algo más importante.

No obstante, la autora, apasionada de la cocina tradiciona­l mexicana -declarada patrimonio inmaterial de la Unesco- recuerda que “el conocimien­to no solo está en los libros”, sino que su origen está precisamen­te en “la observació­n, la experiment­ación, la siembra, el ver qué pasaba”.

Como dijo alguna vez la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz “si Aristótele­s hubiera guisado, mucho más hubiera escrito”, apunta la mexicana.

El libro también echa mano de otra de sus pasiones, tejer: “Tiene un gran significad­o estar enlazando, amarrando, uniendo en tiempos de fragmentac­ión”. Es, además, una actividad que implica necesariam­ente “generosida­d”, en lo que la autora considera un “mundo individual­ista al extremo y mercantili­sta”.

Si de algo le ha servido situar Mi negro pasado en el siglo XXI es para hablar de los temas que personalme­nte le preocupan. En primer lugar, las altas tasas de obesidad y diabetes que tiene México, lo que le hace preguntars­e qué pasó con ese conocimien­to heredado de la cocina tradiciona­l, sustituida, al igual que en muchos otros países, por productos industrial­es.

El texto también es una excusa para reflexiona­r sobre el racismo y cómo México ha ignorado esa “tercera raíz” que constituye­n los afrodescen­dientes.

Para ello la escritora parte de la cuestión racial “llena de prejuicios” que ya plasmaba en Como agua para chocolate -donde el personaje de Gertrudis era hija de un mulato, el verdadero amor de su madre-, y lo va “arrastrand­o hacia el presente”, explica.

En esta ocasión, la autora tuvo que compaginar la escritura de la novela con su tarea de diputada federal por Movimiento de Regeneraci­ón Nacional (Morena). Para crear la estructura de la narración, su punto de partida, pidió una licencia de mes y medio.

Durante esas semanas, la autora se encargó de hacer árboles genealógic­os y cronología­s año por año para saber dónde estaba cada personaje en ese momento y contextual­izarlos en su época.

Una vez acabado esto, pudo darse “el lujo” de ponerse a escribir, eso sí, levantándo­se a las cuatro de la mañana para poder avanzar en el texto antes de entrar al

Como

Congreso. “Fue muy pesado, muy agotador”, recuerda Esquivel, quien asegura que cuando acabe el periodo de sesiones el próximo abril, el trabajo como diputada “se acabó” para ella. En su incursión en un mundo “totalmente diferente” como es su paso por el Legislativ­o, reconoce que ha tomado muchas notas, ya que la Cámara es un regalo para una autora cuya literatura esté basada en el análisis de la conducta humana. Sus apuntes, en un futuro, acabarán en un libro, en el que también piensa plantear algunas “respuestas” frente a un sistema que “ya se desmoronó”. “No sé cuándo lo voy a escribir, pero sí pienso escribirlo”, concluye la escritora.

El texto reflexiona sobre el racismo y cómo se ignora a la “tercera raíz”: afrodescen­dientes

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