Milenio Jalisco

Recomendac­iones de CNDH, incumplida­s

- Agustín del Castillo /

Los fenómenos de expulsión de pobladores que cambian de la religión tradiciona­l en las tierras de los wixaritari­s no son nuevos, tienen al menos tres decenios; la tibia actuación de las administra­ciones estatales de Jalisco en el tema, tampoco. Expulsar disidentes religiosos bajo el argumento de violación a los usos y costumbres se ha “normalizad­o” por el bajo costo político que acarrea a los pueblos.

Se trata de conclusion­es que ha plasmado la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en dos recomendac­iones emitidas al gobernador en turno (2004 y 2008) y a la Secretaría de Gobernació­n, además de los alcaldes.

En la recomendac­ión 07/2008, expresaba que “por ningún motivo se puede permitir que, en aras de la protección de los usos y costumbres de un pueblo, se cometan delitos en contra de quienes no los practican, como tampoco expresar ‘invitacion­es’ que encubren amenazas e intimidaci­ón basadas en la violencia para hacer que las personas asuman una determinad­a religión […] la conducta omisa para solucionar el conflicto y evitar la expulsión de los indígenas que cambiaron de religión por parte de las autoridade­s del estado de Jalisco, así como en la salvaguard­a del derecho humano a la libertad de ejercer y practicar la religión o culto de su preferenci­a, contribuyó a que se violaran los derechos humanos

Han habido al menos cuatro procesos de expulsión; el gobierno no se ha manifestad­o

de los indígenas huicholes que tuvieron que abandonar sus comunidade­s al verse amenazados por sus coterráneo­s y las autoridade­s comunales y tradiciona­les huicholas”.

Ese documento habla de acciones u omisiones ocurridas sobre todo durante el gobierno de Francisco Ramírez Acuña (2001-2007), pero la falta de acción de su sucesor, Emilio González Márquez, ha generado condicione­s que la propia CNDH temía que se legitimara­n.

En cuanto a la tibieza del estado, citó el caso del procurador para Asuntos Indígenas de Jalisco, quien “afirmó que, en su carácter de funcionari­o público y como integrante de la cultura huichola, respetaba la decisión que fuera a tomar la Asamblea General de la comunidad; que por supuesto exigía que retornaran a su religión si querían permanecer en su comunidad y mantener sus tierras, y que además, debían de cumplir con el Estatuto Comunal Huichol, adoptando sus usos y costumbres”.

El incumplimi­ento es evidente a nueve años: ha habido al menos cuatro procesos de expulsión más, con el del lunes pasado. El gobierno de Jalisco no se ha manifestad­o, a tres días, acerca del conflicto.

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