Las aguacateras amenazan a oyamel único en el mundo
El ascenso de las plantaciones de aguacate ya ha provocado alteraciones en el bosque nuboso y el de pino, hogares de un abeto en peligro de extinción
El cambio de uso de suelo forestal para establecer huertas de aguacate sube, lenta pero inexorablemente, por las laderas de las cuatro vertientes del macizo volcánico del Nevado de Colima, en el sur de Jalisco, bajo el implacable binomio de un negocio de alta rentabilidad en el corto plazo, combinado con una precaria gobernabilidad ambiental.
De este modo, se ha puesto en riesgo creciente a una especie cuya exclusividad en la región ha sido recientemente documentada, al grado que apenas se incorporará a la norma oficial mexicana 059, como especie “en peligro de extinción”: Abies colimensis, el abeto u oyamel del Nevado, cuya distribución mundial está reducida a los bosque medios de la alta montaña, entre 1,800 y 3,000 metros sobre el nivel del mar, y en la vecina sierra de Manantlán. Por si fuera poco, una subespecie también protegida, Abies flinckii, no la pasa mejor en su incluso más modesta distribución al norte de la montaña.
“Desde que se hizo la solicitud para integrar a la NOM 059, se denunciaba ya que uno de los riesgos más importantes para la especie, es la vulnerabilidad por cambio de uso de suelo sobre topo por aguacate”, explica la investigadora de la Universidad de Guadalajara, Sonia Navarro Pérez, cuyos trabajos fundamentaron la creación del primer parque estatal en el bosque de niebla (técnicamente: mesófilo de montaña) de la mayor altura orográfica de la entidad, en 2009. Desde entonces mantiene el trabajo de monitoreo de flora y fauna, lo que le permite registrar los cambios que ha traído al entrono el auge del llamado “oro verde”.
“El complejo volcánico es una de las regiones privilegiadas en el país porque se siguen formando las condiciones que hacen prosperar las coníferas en toda una trama con múltiples pinos, oyameles y cupresus, desde las partes más altas hacia debajo de la media montaña; lo que hemos estado verificando es la gradual desaparición de parte de estas comunidades; son diversos factores, desde el cambio climático hasta esos cambios de uso de suelo, deforestación por tala, por incendios, creciente desde hace más de medio siglo, cuya velocidad no da tiempo para que el bosque responda y se rompen ensamblajes milenarios”, pone en relieve.
Lamenta que el trabajo de protección de los bosques mesófilos sea hoy vulnerado por la economía aguacatera. Se trata de un ecosistema cuya distribución nacional es inferior a 1 por ciento del territorio del país, y que tiene especial protección en la Ley General Forestal por su alta diversidad biológica, similar en términos relativos a una selva alta perennifolia, por ser relictos severamente amenazados por la subida de las temperaturas, y porque son espacios orográficos altamente húmedos, cuya agua resulta esencial para las poblaciones y la economía humana. Nada de estas consideraciones detiene a los empresarios que llegan a las partes medias de la montaña a comprar o rentar tierras y apropiarse de recursos como suelo y agua para implantar huertos.
“No han durado mucho en su feliz decreto, porque cada vez que aparecen personas que quieren poner aguacate se suben al mesófilo. En la parte de abajo los suelos están diezmados por tantos años de sobreexplotación agrícola […] a mí me ha tocado ser testigo de cómo eso alteró a una comunidad indígena como San José del Carmen, ubicada en el municipio de Zapotitlán de Vadillo, cerca de uno de los manchones de bosque nuboso; hemos trabajado con