Y lo que viene
E n franca caída electoral, el PRI se sabe derrotado pero no muerto. El monstro que ha construido mediante las redes de sectores y organizaciones que han logrado perpetuar la pobreza, también abarca los órganos legislativos del país. Ahí se diseñan y operan las leyes que siempre terminan por beneficiar a unos pocos. Ahí se han aprobado, recientemente, las más temibles leyes que anuncian el peor de los escenarios políticos y económicos para los mexicanos. Sí, la Ley de Seguridad Interior y la denominada “ley mordaza” resumen la perversidad de un sistema y de un partido que jamás ha podido –o ha querido- resolver los problemas que ellos mismos –junto con sus aliados- han construido. Estas leyes y las fracasadas reformas estructurales de todo un sexenio, revelan las auténticas intenciones de no dejar el poder en manos de un hombre cuyas convicciones resultan inentendibles.
Pero si el temor por una dictadura militar es real, la inconcebible alianza entre dos partidos políticos por naturaleza antagónica es surrealista. Un miedo peor a la dictadura es el miedo a las ideologías y en la alianza entre Morena, PT y Encuentro Social, las ideologías avecinan un choque irreconciliable con la sociedad y con las minorías. Extraña mezcla entre lo impensable y lo pragmático, López Obrador sabe que el miedo social provocado por las campañas mediáticas de 2006 y 2012, no tendrán el efecto deseado en la elección 2018. Sabe también que no hay candidato que le pueda pelear la silla presidencial y la llegada de la “izquierda” por primera vez en la historia de este país. Pero también lo saben sus oponentes. Y ahí, en el juego de las campañas y las alternancias, de los análisis y de los datos, de las apuestas e inversiones, todo apenas comienza a hacerse visible.
Por eso se eligen estas fechas, estos días en los que un puñado de mexicanos puede ser medianamente feliz –al menos por unos días- y ser capaz de olvidarse de todo, incluida la podredumbre del sistema político que parece imposible erradicar. Lo hacen porque en estas fechas de compras irracionales, la gente vuelve a creer. Cree en algo, en lo que quiera, pero cree. Y al hacerlo, reabre su esperanza a un país mejor a pesar que las evidencias indican todo lo contrario.
En este contexto de fin de año, el año electoral de 2018 ni siquiera nos garantiza algo que antes sucedía: no incremento a las gasolinas y, por lo tanto, menor inflación. Esa otra parte, la de la economía liberada, vaya que será el mejor pretexto racional para no votar por el PRI ni por sus aliados pero eso no garantiza el triunfo de cualquier otro candidato. La economía, aunque precaria para millones de mexicanos, no es una condición mínima para elecciones democráticas y libres.
Así las cosas al final de este 2017. Así las cosas en el México que no puede explicar por qué siempre sucede, una y otra vez, lo mismo. Así las cosas en el momento de reflexión que justificaría un análisis racional de las decisiones tomadas. Así las cosas en este México que no tiene memoria.