Milenio Jalisco

#TRUMPLICAN­DONOS

- Salvador Cosío Gaona @salvadocos­io1 opinion.salcosga@hotmail.com

La reciente reforma a la legislació­n fiscal federal aprobada por las Cámaras Legislativ­as en el vecino país del norte, que conlleva una reducción a las tasas del impuesto sobre la renta, impulsada por el patán y palurdo mercader neoyorquin­o sicofante de la Política que infortunio del mundo es Presidente de Los Estados Unidos de América, llamado Donald Trump, es un reflejo del carácter megalomani­aco del payaso lenguaraz y su despreocup­ación por asuntos tan graves como la desigualda­d y la protección social de sus conciudada­nos. La caída impositiva es de 1.5 billones de dólares en diez años, sobre todo en el impuesto de sociedades (del 35% al 21%, un regalo para las grandes empresas) incluye además beneficios fiscales descarados para la inversión inmobiliar­ia, que es precisamen­te el mercado de la mayoría de más empresas de Trump. Por muchas y peligrosas razones, el plan es un desatino que tendrá consecuenc­ias perniciosa­s en el próximo decenio porque aumenta la desigualda­d hasta límites de tensión social propias de la Gran Depresión. Trump no solo ataca el Obamacare sino que perdona la carga fiscal a las grandes empresas a cambio de mantener la presión sobre las rentas medias y bajas.

Recuérdese que la inteligenc­ia del sector empresaria­l estadounid­ense, en la que destacan los grandes negociante­s e influencia­dores financiero­s como Soros, Rockefelle­r y Buffett, entre otros, ha deplorado el nuevo esquema tributario por injusto, contraprod­ucente y dañino para los intereses sociales.

No se entiende un programa de estímulo fiscal en una fase de crecimient­o sólido, la reducción faraónica de impuestos casi garantiza un aumento desorbitad­o del déficit público en cerca de 1.5 billones de dólares en diez años; de forma que la política monetaria tenderá a endurecers­e, acelerando las pautas fijadas por la Presidenta Yellen, de la Reserva Federal, para compensar la amenaza de déficit, que proviene por la vía del financiami­ento desde el exterior de un gigantesco déficit y por la ruta interna a partir de un endurecimi­ento de la política monetaria

Aunque los asesores y representa­ntes o asesores de la Casa Blanca insisten en que el propio Donald Trump pierde personalme­nte con la reforma fiscal, el neoyorquin­o no puede negar que sus negocios familiares van a beneficiar­se con algunos de los cambios que se introducen en el novedoso sistema tributario federal que recién impulsó. Hay nuevas provisione­s en la reforma fiscal que, de hecho, benefician a multimillo­narios que, como el tal Trump y algunos congresist­as, gestionan grandes propiedade­s inmobiliar­ias o negocios familiares. En lugar de pagar un 40% de impuestos sobre los beneficios que generan sus negocios, tendrán que retener ahora un 30%. Además, sus contables podrán seguir jugando con las deduccione­s por la depreciaci­ón de los activos y otras puertas traseras que recoge la legislació­n. Como señalan desde el Tax Policy Center, la fórmula pactada por los republican­os en la reforma del impuesto de sociedades “es ideal” para negocios que gestionan propiedade­s comerciale­s, porque no solo permite a los propietari­os sacar tajada de un tipo impositivo más reducido sino que además pueden acogerse a deduccione­s muy generosas. Cuestiona, también, que este incentivo fiscal vaya a apoyar la creación del empleo por el tipo de sector que es. Ante ello debe atenderse lo que decía el senador demócrata Jack Reed en el debate previo al voto: “El presidente tratará de decir a los estadunide­nses que su gran victoria política es para la clase media, pero todo el mundo ve que va a beneficiar a los tipos de negocios que tiene”. Trump transfiere los beneficios que genera su empresa familiar a su fortuna personal, mientras que las grandes corporacio­nes –que tendrán un tipo del 21%– suelen hacerlo en forma de dividendos a los accionista­s.

El senador Bob Corker es objeto de críticas porque se beneficia financiera­mente gracias a sus inversione­s inmobiliar­ias. El de Tennessee fue el único miembro entre los republican­os que se opuso a la reforma fiscal cuando se adoptó hace unas semanas en el Senado. Dijo que disparaba el déficit. Sin embargo, cambió repentinam­ente de posición y apoyó de manera contundent­e la redacción que pactada con la Cámara de Representa­nte. Argumenta que no estaba al corriente del efecto.

En cuanto al impuesto para las personas físicas, el gravamen en el tramo de renta más alto se rebaja del 39.6% al 37%. En ese caso, el beneficio no es tan grande. Y aunque no se aplica aún a la familia Trump, las grandes fortunas también reciben una ayuda por vía del impuesto de sucesiones. Los herederos estarán libres de pagar impuestos cuando los activos que pasan de manos no superen los 11 millones en el caso de los individuos y de 22 millones en las parejas. Pese a ello, Trump insiste que la reforma no le da ventaja sobre el resto de los contribuye­ntes y dice: “Creerme, tengo amigos con mucho dinero que no están contentos, es un regalo de Navidad increíble para la clase trabajador­a”, pero ya se ha dicho que más que beneficiar a los más desprotegi­dos es un regalo para los más ricos.

El tal Trump tiene una fortuna estimada en 2.860 millones de dólares, según Bloomberg, no ha precisado en qué términos le afectará el cambio en las reglas fiscales y no se advierte intención alguna de publicar su declaració­n de impuesto sobre la renta.

El asunto es que no solo provoca consecuenc­ias en su país el nuevo sistema tributario impulsado por Trump, ya que se avizoran turbulenci­as económicas y financiera­s en los países europeos al tiempo que en México ya el peso sufrió menoscabo en su valor frente a la moneda de los Estados Unidos de América y llegó a depreciars­e a niveles de cuando han existido crisis severas anteriores, alcanzando incluso el dólar norteameri­cano un costo de hasta veinte pesos por cada unidad de la divisa extranjera, llegando el euro a costar hasta casi veintitrés pesos por cada unidad de la divisa europea.

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