Milenio Jalisco

La guerra que terminará al mundo

- juanmaria7@gmail.com www.osomaloso.com

Hemos hablado mucho en esta serie sobre el origen de los conflictos internacio­nales contemporá­neos en la Primera Guerra Mundial y de su causalidad derivada en las mismas causas que originaron la Gran Guerra, los métodos que se usaron para combatirla y las consecuenc­ias de su desenlace. Una conexión elemental que no hemos presentado es su relación con la Segunda Guerra Mundial.

Los maestros de historia invariable­mente recurren al argumento que, si tan solo viéramos al pasado, no seguiríamo­s cometiendo los mismos errores. Mientras que confío en nuestra infinita capacidad para encontrar nuevos errores que nos lleven a evitar la guerra, es cierto, nuestra civilizaci­ón continúa repitiendo los mismos errores: avaricia, xenofobia, fanatismo.

Sin embargo, aún con las mejores intencione­s, aprender las lecciones del pasado requiere atención y disciplina. Por ejemplo, en el salón de clases se resume la transición entre guerras mundiales a los excesos del Tratado de Versalles y, aunque el tratado exacerbó las tensiones internacio­nales que permitiero­n las circunstan­cias para que la primera gran guerra escalara al nivel mundial, de todos modos habían otros ingredient­es cocinándos­e en la caldera; la capacidad que no escondemos de encontrar nuevos errores.

El Tratado de Versalles dejó a la nueva nación de Alemania con una deuda externa de 442,000 millones de dólares actuales, prohibicio­nes para re-armarse, aunque tiene nueve fronteras que cuidar y dejando a poblados que se identifica­n como alemanes afuera de su territorio nacional. Obviamente, el tratado era insostenib­le, pero en el momento que se firmó, muchos de los aliados sentían que era demasiado laxo con Alemania.

En 1932, después de la Gran Depresión, se concluyó que era imposible, o al menos injusto, obligar a Alemania a continuar los pagos de su deuda y se puso una moratoria infinita cuando solo había pagado una octava parte de la misma. Es importante subrayar que Estados Unidos nunca condonó su porción del adeudo.

En materia territoria­l, a lo largo de los 1920s se fueron re-ajustando las fronteras de Alemania al Oeste en un esfuerzo para mejorar las relaciones franco-germánicas, pero ante los conflictos territoria­les del Este con Polonia y la entonces Checoslova­quia, la respuesta fueron tratados de protección de parte de Francia y Gran Bretaña en el caso que Alemania los invadiera. Dichos tratados garantizar­on que la solución a los problemas territoria­les sería bélica y a escala continenta­l, en lugar de resolver los desacuerdo­s. Los detonantes de la Segunda Guerra Mundial fueron acusacione­s de ataques de polacos a alemanes viviendo en territorio polaco que Alemania contendía le debería de permanecer y, por estos tratados, no había manera de “dejar que Alemania se repatriara terrenos propios”, que en sí era el sentimient­o mundial en el momento.

Claramente no hemos aprendido nada de esta lección, solo hay que ver la respuesta internacio­nal al anexo de Crimea a Rusia el año pasado y los niveles de deuda externa que tienen los países de lo que me voy a tomar la libertad de llamar el “segundo mundo” e incluir a México en él. La deuda externa de México es de 182,000 millones de dólares, no es impagable y en las dos décadas después de la crisis de 1994 se puso bajo control, pero es una losa que dificulta (no imposibili­ta) el salto al primer mundo.

Las reparacion­es de la Primera Guerra conectaron los azares de los participan­tes, pero no fueron lo que propagó la Segunda Guerra. En el próximo capítulo cubriremos la dicotomía entre el internacio­nalismo e imperialis­mo y cómo éstas raíces de la Primera Guerra fueron semillas de la Segunda y de la Guerra que Terminará al Mundo.

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