Milenio Jalisco

El fraude a las víctimas del temblor

- ESTEBAN ILLADES Twitter: @esteban_is Facebook: /illadesest­eban

El temblor del 7 de septiembre del año pasado que azotó a Chiapas y Oaxaca dejó al menos 300 mil damnificad­os, según estimacion­es del gobierno federal. Cientos de miles de personas que viven en los dos estados más pobres del país perdieron lo poco que tenían, desde sus posesiones hasta sus hogares, y en el peor de los casos, a sus seres queridos.

Para ayudarlos, el gobierno, a través de Bansefi, el Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financiero­s, dirigido por Virgilio Andrade, puso en marcha un esquema de tarjetas de débito con fondos para reconstruc­ción. Desde un inicio la decisión fue cuestionad­a: varios afectados se quejaron, pues en muchos de sus pueblos no había cajeros automático­s para retirar el dinero.

El plan siguió adelante. El Presidente mismo fue a Oaxaca, al municipio de Asunción Ixtaltepec, a entregar las primeras tarjetas. Una de ellas fue para Belma Cruz, que solo pudo sacar dinero una vez. Cuando lo intentó días más tarde, vio que su cuenta estaba vacía.

Lo mismo sucedió con Vilma Toledo, que vio cómo su saldo bajó de 15 mil a 70 pesos en cuestión de horas. Y así con otras 55 personas. Sus tarjetas fueron clonadas, a pesar de que venían directamen­te de Bansefi. El dinero se había gastado en lugares tan lejanos como Jalisco y Veracruz.

Pero el presunto fraude no terminó ahí. Meses después, la Comisión Nacional Ban- caria de Valores (CNBV) y Mexicanos contra la Corrupción revelaron datos nuevos: no solo se extrajo dinero de las tarjetas, sino que en muchas ocasiones se emitió más de una por persona. A Reynaldo Molina, que vive en Miraflores, Chiapas, le generaron 34 plásticos con su nombre. Él únicamente vio uno. Nadie sabe dónde están los otros 33, con montos asignados de medio millón de pesos, ni para qué se usaron. Molina es uno de mil 495 casos.

En total, según la CNBV, el gobierno no ha podido acreditar la desaparici­ón de casi 69 millones de pesos en fondos destinados a reconstruc­ción.

Hay que ser en verdad desalmado para robarle a quien ya perdió todo.

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