La sonrisa del diablo
E l Presidente Peña encontró esta semana un tobogán. No se sabe si por la distracción del viaje a Sudamérica o por el descuido que hizo que él y algunos secretarios de estado terminaran con ojos rojos de adicto, el hecho es que le dio al candidato puntero elementos para cambiar su discurso.
Durante la semana, Peña Nieto decidió entrar a la campaña. Ante la incapacidad de candidato y voceros -cinco, por lo menosde imponer discurso y agenda, el Presidente se subió al ring electoral para replicar lo que será la única salida discursiva de los próximos meses: evidenciar los errores o dislates de López Obrador.
El miedo a cambiar el rumbo económico o la amnistía a narcotraficantes se convirtieron en el discurso de la semana del ejecutivo. Grave error.
Peña olvidó que parte de su discurso sería un bumerán y arma perfecta para el eterno candidato de izquierda. Sí, el ánimo social a nivel mundial está descompuesto. Amplias capas de la población están inconformes ante las decisiones políticas que han hecho a los pobres miserables y a los ricos dueños del mundo.
La política económica que Trump ha propuesto -a partir de la idea conservadora que la riqueza permeará, tarde que temprano, a las clases más comprometidas- ha hartado a jóvenes que, desde sus cuentas de redes, demuestran enojo y frustración. Sí, enojo.
El enojo de ellos no es para menos. No tienen buenos trabajos, seguridad social, movilidad adecuada y un futuro donde puedan hacer un patrimonio. En algunos casos, el control natal ayudará y heredarán las casas de sus padres. En otros, los pleitos familiares incendiarán a los herederos.
Enojo pues, que es dirigido a los detentores del poder.
Peña entiende el enojo, lo vive en los insultos de redes sociales y el descrédito de medios en todos niveles.
Pero ese enojo no lo puede cambiar él. De hecho, al nombrarlo, le dio a su nemesis político un camino ganador.
Con teflón para deslizar las críticas como no lo había tenido en las anteriores elecciones, López Obrador ha sido asesorado por quien le dio la ruta correcta.
Si la gente está enojada, en el tiempo de la postverdad lo que queda es acelerar en dos caminos: irritar aún más o aliviar a través del amor o la risa.
Un país que ironiza al político se pondrá del lado de quien se ironiza en complicidad y AMLO, en dos videos de esta semana, lo hizo con talento magistral.
Entre el medicamento -que si existe- contra la hipertensión en Los Pinos y el Loro que lo hace rico que no llega en submarino ruso, AMLO sonrió e hizo sonreír hasta quienes no creen en él. Compartieron, entonces, la Sonrisa de su diablo.
Diablo que, de ganar, los llevará a otro tipo de infierno.