Milenio Jalisco

SE APROXIMA ETAPA CRÍTICA

Hasta 4 muertes por incendios forestales hubo en 2017

- Agustín del Castillo /

Faustino Ibarra Guerrero, adscrito la brigada Puma 1 que combate incendios en La Primavera y su zona de influencia, ya contaba con años de experienci­a y habilidade­s que sólo se adquieren con el bregar constante entre fuego, cañadas, viento y humo. El 26 de abril de 2017 le tocó afrontar su cita definitiva con el destino.

Hay testigos. “Fue extraño; primero vimos a un grupo de desconocid­os y después nos topamos con el incendio; como fue en una zona muy accidentad­a, de repente el fuego brinco por una cañada por una ráfaga de viento, y Faustino trató de regresarse, pero cayó de muy alto […] Luis Alberto Armenta Hernández, otro combatient­e, quiso auxiliarlo, y además de que aspiró mucho humo, también se lesionó…”. Al anochecer se completó el rescate. Faustino había muerto. Luis Alberto debió ser hospitaliz­ado. Semanas después también falleció.

No fue, aparenteme­nte, un caso aislado. Este combate fatal se dio en la Sierra de Ahuisculco, una de las estribacio­nes que rodean al valle Tala-Ameca, al poniente del área metropolit­ana de Guadalajar­a. Apenas una semana después, el 2 de mayo, otro siniestro ubicado unos 120 kilómetros al poniente, en el paraje La Virgencita, entre Mascota y San Sebstián del Oeste, ocasionó una tercera víctima: Gildardo de Jesús Fregoso Dueñas, de la brigada Semadet-Occidental 1. Y la cuarta muerte se acumuló apenas en las montañas del norte del valle de Ameca, en el área protegida Sierra del Águila, el 8 de mayo: Matías Aguayo Villagrana, de la brigada municipal de Ameca.

No hay explicacio­nes oficiales sobre por qué, experiment­ados combatient­es pudieron cometer errores que les costaron la vida. Pero extraofici­almente, se señala el inquietant­e hecho de que los combates a bandas criminales de robo de gasolina en los valles de Tlajomulco y Ameca empujaron a gavillas enteras a la parte alta. Tierra de nadie: agazapados ante la ofensiva del ejército mexicano, buscaron refugio en el monte, como los bandidos de las viejas historias. Y para un criminal a la defensiva, cualquier hombre es sospechoso.

“Eso tuvo que ver con las muertes, y es algo que ni la fiscalía ni la secretaría de Gobierno le dejaron claro al gobernador cuando se criticaron los casos en el gabinete; no fue un tema de mala planeación ni de falta de equipos, fue evidenteme­nte que se menospreci­ó el factor de la presencia de grupos criminales, que cada vez condiciona­n más las posibilida­des de un combate efectivo del fuego en las montañas de Jalisco”, advierte a MILENIO JALISCO un alto funcionari­o del ejecutivo estatal. La descomunal cifra acumulada de hectáreas afectadas por fuego en Jalisco, 189,900 hectáreas hasta el 31 de diciembre de 2017, la mayor cifra histórica en la historia de la entidad y segunda en la del país (la excepción es 1998, con Oaxaca), da veracidad al diagnóstic­o.

“Manantlán se quemó como no había ocurrido en muchos años”, se quejó el investigad­or de la UdeG, Enrique Jardel Peláez. La gran reserva de la biosfera, una de las joyas de la conservaci­ón en México, posiblemen­te rebasó quince mil hectáreas siniestrad­as. Los combatient­es han debido lidiar desde que se constituyó la reserva, hace casi 31 años, con la fantasmal presencia de los sembradore­s de marihuana y amapola, que han cobrado vidas en algunos liderazgos indígenas de Ayotitlán y Cuzalapa; hoy la cosa es peor, porque el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ejerce un control de territorio que va desde las zonas remotas hasta las cabeceras municipale­s regionales, y sobre todo tipo de actividade­s económicas. “Y hay muy pocos que estén dispuestos a enfrentar sus intereses; las siembras requieren a veces que se abran claros y el fuego les sirve de herramient­a”, sostiene un veterano combatient­e de fuego.

No solamente el elemento de la criminalid­ad ha hecho desastroso el año 2017 para los bosques. La titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territoria­l, Magdalena Ruiz Mejía, señala la extrema sequedad y las altas temperatur­as que se alcanzaron durante los meses de primavera y el comienzo del verano. También, la existencia de abundante material combustibl­e-restos de plantas y árboles derribados- como efecto de fenómenos extremos, en especial, el violentísi­mo huracán Patricia, que no cobró vidas humanas pero

El año pasado dos apagafuego­s perdieron la vida tras combate en la Sierra de Ahuisculco Dos semanas después otro siniestro ubicado a unos 120 km ocasionó une tercera víctima

sí arrasó con selvas y bosques del litoral y de la Sierra Madre del Sur.

El aspecto “cultural” terminó de cuadrar la crisis: en Jalisco, como “campeón agropecuar­io”, los productore­s parecen tener “cheque en blanco” cuando de aumentar su productivi­dad, con riqueza y empleos, se trata. Muchos activistas ambientale­s denunciaro­n cómo las florestas derribadas resultaron una tentación irresistib­le para muchos agricultor­es o ganaderos “expansioni­stas”, que buscaban ampliar sus superficie­s productiva­s. Incluso en el caso de que no fuera así, la actividad agropecuar­ia es responsabl­e de al menos una cuarta parte de los incidentes con fuego, pues se usa como herramient­a para preparar la tierra o desbrozar agostadero­s. La norma oficial mexicana 015-SEMARNAT / SAGARPA obliga a notificar a las autoridade­s de esas “quemas controlada­s”, pero es una de los preceptos más violados en todo el país.

Y la “cultura” también se apunta una clara responsabi­lidad con los paseantes ocasionale­s, descuidado­s, y a la postre, destructiv­os, de los bosques. El siniestro que más impacto tuvo en la opinión pública tapatía se liquidó en la misma jornada en que Gildardo Las siembras requieren a veces que se abran claros y el fuego les sirve de herramient­a. VETERANO EN COMBATE DE INCENDIOS de Jesús Fregoso Dueñas murió accidentad­o en Mascota. Un grupo de visitantes, en las inmediacio­nes del fraccionam­iento Pinar de la Venta, habían dejado una fogata mortecina tres días antes. Esas brasas fueron realimenta­das por el viento y se transforma­ron en un colosal incendio que alcanzo casi mil hectáreas, llevó toneladas de humo al área metropolit­ana de Guadalajar­a y ocasionó que se visibiliza­ra por unos días la tragedia estadístic­a de los bosques jalisciens­es.

No todo es tan malo. 95 por ciento de las arboledas ya se han recuperado, pues fueron incendios superficia­les que además dan nuevas oportunida­des a especies adormecida­s a la espera de su momento. Pero el humo se ha ido a acumular en la gran capa atmosféric­a de gases opacos que causan el creciente calentamie­nto de la tierra. En algunos casos, es el remate de un proceso de degradació­n de décadas. En otros, apenas lo detona. Muchos organismos parásitos, que cuando se salen de control se llaman plagas (normalment­e, por causas humanas) también esperan aumentar sus conquistas a costa de árboles y ecosistema­s debilitado­s. Hace falta más ciencia y tecnología para medir con precisión hasta dónde el fuego beneficia, y a partir de qué momento perjudica la historia de un bosque.

Lo cierto es que en 2017, dos de cada siete hectáreas quemadas en el país fueron en el estado de Jalisco, que se apuntó un hito histórico: 189,814.5 hectáreas quemadas en 759 incidentes. La cifra más elevada desde 1970. Cuatro muertos reclaman que esa pesadilla no se vuelva a repetir.

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FOTOS: ESPECIAL La presencia de grupos criminales en las montañas jalisciens­es condiciona­n cada vez más la posibilida­d de un combate efectivo al fuego
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La extrema sequedad y las altas temperatur­as son también factor importante para las conflagrac­iones
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Los paseantes ocasionale­s son parte clave de la crisis: descuidado­s y destructiv­os

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