Milenio Jalisco

La violencia: más allá del negocio del narco

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Nuestra espiral de violencia de la última década empieza en el narcotráfi­co, pero no regresa a él. O no del todo. A la violencia producida por el tráfico de drogas y su persecució­n, hay que añadir ahora un mural de crimen organizado más complejo y diverso, más sangriento, más especializ­ado.

La zona más oscura del mural correspond­e a la captura de comunidade­s y ciudades mediante la extorsión y el cobro de piso, cuyas extensione­s de dominio son el robo, el despojo, el secuestro, el rapto de mujeres, que alimenta la trata y, desde luego, el homicidio.

Durante algún tiempo, las rentas del narcotráfi­co fueron inigualabl­es para ningún otro género de crimen. Pero cuando las bandas se expandiero­n territoria­lmente, descubrier­on que podían ampliar sus ingresos extorsiona­ndo las plazas cuya policía controlaba­n.

Apareció así, amparado en los cárteles del narcotráfi­co, un negocio que, según su rango de dominio territoria­l, podía si no igualar acercarse a las ganancias del narco.

Cobrar derecho de piso en un estado completo, como llegó a hacerlo el procurador Veytia de Nayarit, puede ser más rentable que traficar drogas: equivale a establecer por la fuerza una Secretaría de Hacienda criminal que cobra impuestos para su dueño.

Capturar una ciudad y someterla al derecho de piso puede ser mejor negocio que pasar por ella kilos de cocaína para un jefe que está al final de la cadena, y que toma la mayor parte de la ganancia.

Lo mismo puede decirse, si hacemos caso a las cifras, del delito de la ordeña de los ductos de Pemex que, según la empresa, significó en 2016 una pérdida de 21 mil 500 millones de pesos (http://bit.ly/2sGsp5l).

Lo fundamenta­l para ejercer estos otros negocios criminales es tener bandas suficiente­mente grandes, violentas y bien armadas, que puedan sostener la operación, comprar a la autoridad, atemorizar a la población y matar a los competidor­es.

Este es el tipo de bandas que solo pudo crear el narcotráfi­co, pero que ahora imperan en casi todas las regiones del país, ejerciendo otros negocios, separadas muchas veces del negocio principal que les dio vida: la expansión territoria­l del narco creada por la persecució­n.

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