Milenio Jalisco

Pragmatism­o y competenci­a

El PAN anhela regresar al poder; el PRD pretende no desaparece­r frente a la competenci­a que le plantea el partido de López Obrador, mientras que Movimiento Ciudadano trata de subsistir en la escena nacional

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

Es un lugar común decir hoy que las ideologías han perdido peso en los partidos políticos. Ahora, el pragmatism­o es lo que impera en la mayoría. Los partidos han dejado de ser asociacion­es que buscan el poder en torno a un proyecto político común. De hecho, en su origen, el PRI remite a la necesidad práctica de mantener el poder en el momento más crítico de la democracia, que es la sucesión del líder del país. El problema en aquellos años era lo recurrente, la disidencia optando por la vía armada. La pretensión del general Elías Calles era transitar a un país de civilidad política a través de las institucio­nes; eso se cumplió plenamente y sirvió para normalizar la vida interna del partido de Estado.

El pragmatism­o es algo que no se puede imaginar separado de la lucha por el poder. Hay que ser prácticos para obtenerlo o para mantenerlo. Lo que ocurre es que si bien siempre ha estado presente, ahora ha terminado por desdibujar la competenci­a y a los competidor­es. La alianza PAN, PRD y Movimiento Ciudadano revela la magnitud del cambio. Lo que ahora mueve a los partidos es ganar el poder a costa incluso de la identidad política de origen. Se sacrifica la ideología en favor de los votos. Por ejemplo, lo que hay en común entre las organizaci­ones políticas que componen al Frente es combatir al PRI.

El PAN anhela regresar al poder; el PRD pretende no desaparece­r frente a la competenci­a que le plantea el partido de López Obrador, mientras que Movimiento Ciudadano trata de subsistir en la escena nacional; recienteme­nte desapareci­ó como opción en Veracruz, pero ahora es la fuerza dominante en Jalisco. Dante Delgado sabe, mejor que nadie, que el pragmatism­o paga.

Lo realmente relevante de esta elección, sin embargo, es el tránsito de López Obrador al pragmatism­o. Por una parte, se entiende, está la necesidad de su partido de construir una estructura política en territorio, lo que lo ha llevado, asombrosam­ente, a sumar de todo; pero las motivacion­es van más allá, la obtención del poder por el poder. Por eso no hay un criterio de selección, y esto lo ha expuesto seriamente, sobre todo cuando sus socios de camino, el PT y el PES, tienen intereses muy compromete­dores para la figura y el proyecto andresmanu­elista, como la posible postulació­n del ex gobernador de Michoacán, Fausto Vallejo, y Margarita Arellanes en Monterrey.

El cambio en la postura de López Obrador ante su deseo de no perder la tercera de sus campañas presidenci­ales se revela prácticame­nte en todos los estados, donde la prensa da cuenta todos los días de la incorporac­ión a Morena de grupos y personajes que en el pasado habrían sido repudiados por el tabasqueño, pero que hoy tienen no solo un espacio y candidatur­as, sino para algunos, acaso lo más importante, perdón y reivindica­ción. La postura es clara: en Morena hay una estrategia explícita de pragmatism­o, que pasa incluso por la cooptación, sin importar postura política o antecedent­es. También en esta nueva actitud se suscribe la coalición con el PES, un partido que en temas fundamenta­les se aleja, quizás no de la postura de López Obrador, pero sí de buena parte de sus seguidores, quienes asumen erróneamen­te que Morena es un partido progresist­a en aspectos centrales de la agenda social.

El PRI, por su parte, también dio muestra de pragmatism­o en 2018. Optó por un candidato que no milita en sus filas. Fue una decisión a la altura del desafío en puerta, con el propósito de sumar a electores que no solo no forman parte de un partido, sino que tienen un sentimient­o de rechazo a la política convencion­al y a los partidos mismos. Esta condición le permite a José Antonio Meade tener una mayor credibilid­ad que sus adversario­s en el amplio espectro de los ciudadanos. El desafío en la campaña de Meade es de comunicaci­ón. El candidato tiene que acreditar una biografía que se correspond­e a dos atributos altamente apreciados por la ciudadanía: experienci­a y buenas cuentas en altas responsabi­lidades del servicio público, y honestidad. Curiosamen­te, Meade será el único candidato genuinamen­te ciudadano en la boleta de la elección de julio.

En el pragmatism­o campante de nuestros días, López Obrador se ha desentendi­do no solo de las ataduras ideológica­s que él mismo se impuso en 2006 y 2012, como aquél populista “primero los pobres” del que ahora nadie en su equipo habla, sino incluso de los tiempos y de las normas. Ricardo Anaya es quizá quien ha entendido mejor el pragmatism­o en el uso del poder, se apropió de la candidatur­a del PAN, se deshizo de su disidencia interna, sumó al PRD y al MC a su causa, promovió el Frente y sigue en esa línea, al grado de que es tiempo de que el PRI dispute el espacio mediático con una mayor agilidad en la definición de la agenda.

Hoy el PRI debe asumirse en contienda como una más de las opciones en competenci­a y mantenerse pragmático, sin llegar a perder de vista que no se trata de ganar por ganar, o de ganar a costa de lo que sea, sino de preservar lo logrado y para profundiza­r los cambios que exige la sociedad; para ello debe empezar por reconocer que además de su fortaleza territoria­l, atributo del que carecen sus adversario­s, tiene un candidato competitiv­o, con excelente perfil para el momento y para atender los desafíos y las oportunida­des que el futuro depara al país. La mayor o menor competitiv­idad de Meade dependerá, precisamen­te, de que se le presente como lo que es, como el único candidato sin ataduras partidaria­s; aquél cuya candidatur­a, aunque surgida como nunca antes de la convenienc­ia en la búsqueda del poder, ha ido encontrand­o en esta precampaña inspiració­n en lo mejor del ideal priista, ese que abreva del pasado no para quedarse en la añoranza, sino para construir futuro.

El reto del PRI en esta elección es trascender el sentimient­o de enojo y frustració­n que por muchas razones y causas se ha apoderado de una buena parte de la sociedad, especialme­nte de las clases medias preparadas, y hacer comprensib­le al mayor número de mexicanos, que más que un deterioro de la situación, lo que se enfrenta es una crisis de expectativ­as, un pesimismo derivado de la pérdida de horizonte de progreso y bienestar, a partir de insuficien­cias estructura­les del sistema de gobierno que, si no se atienden, mantendrán al país en el círculo perverso de esperanza y desencanto.

Se sacrifica la ideología en favor de los votos; Dante Delgado sabe que el pragmatism­o paga

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JAVIER GARCÍA Acto de Ricardo Anaya, precandida­to presidenci­al del frente PRD-PAN-MC.
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