Las cuevas de Gabriela
El oportunismo, la incongruencia y la carencia de ética suelen ser características de muchos políticos. No de todos. Hace 40 años tuve la fortuna de conocer personalmente y trabajar bajo la dirección de uno que era todo lo contrario de eso. Por desgracia, ya no hay políticos como el ingeniero Heberto Castillo.
Hoy, pues, es el tiempo de los oportunistas y los incongruentes. Tiempos de canallas, diría Lillian Hellman. Lo vemos en la desbandada y el chapulinesco espectáculo de los políticos que saltan de un partido a otro, no por cuestiones ideológicas, sino por los más prosaicos y mezquinos intereses personales, por ambición egoísta, por convenir mejor a su muy particular provecho individual.
El ejemplo más reciente de este fenómeno lo conocemos todos y es el de la ex panista Gabriela Cuevas, súbitamente convertida a la iglesia mesiánica y morenista de Andrés Manuel López Obrador, quien la acogió sonriente y prometió a doña Gaby una diputación que le permita mantenerse como presidenta de la Unión Interparlamentaria con sede en Ginebra.
Y lo que nos falta por ver. En mi columna “La trama rusa y el 2018”, publicada en este mismo espacio el 29 de diciembre pasado, me referí al señor Gabriel Infante Carrillo como colaborador de la agencia rusa de información Sputnik, cuando (aclara él mismo en una misiva dirigida a la dirección de MILENIO) solamente es entrevistado frecuente de dicha agencia. La confusión es responsabilidad mía y ofrezco una disculpa al señor Infante Carrillo por el error. Respecto al artículo “Revelan oscuras intenciones de Putin en relación a México”, firmado por Víctor Ternovsky y publicado en el sitio de Sputnik, las declaraciones de don Gabriel, al abogar por Andrés Manuel López Obrador en ese texto, las interpreté subjetivamente como una defensa a ultranza del líder de Morena. Fue, insisto, una interpretación subjetiva al leer sus palabras en esa entrevista. La expresión “a ultranza” molestó al señor Infante, por lo cual le ofrezco una segunda disculpa debido a mi probable exageración. Un abrazo y, como diría el propio AMLO, amor y paz.