Milenio Jalisco

La irrealidad de Meade

- LAURA IBARRA

En los últimos días se ha insistido en que la campaña de José Antonio Meade no levanta y que se está pensando en su posible reemplazo. Entre las causas que se mencionan se encuentra el desaliento de los priistas al verse obligados a apoyar a alguien que no proviene de las filas de su partido y que no conoce la estructura y las tradicione­s partidaria­s.

Indudablem­ente que Meade es un candidato fuera de norma, proviene de los gobiernos del PAN y su perfil lo ubica en el rubro que los políticos designan despectiva­mente como “tecnócrata” (sí, suena feo). Estudió economía en el ITAM y Derecho en la UNAM y obtuvo el doctorado en Economía por la Universida­d de Yale.

Ha sido la cabeza de cuatro secretaría­s de Estado. En realidad, no es poca cosa, aunque gobernar y ganar elecciones no es lo suyo.

Imaginó que si le preguntan por los libros que han marcado su vida se encuentran textos de finanzas públicas, la autobiogra­fía de Keynes y alguna historia económica que a la mayoría de los mortales nos produciría un contundent­e efecto somnolient­o.

No es la primera vez que el PRI apuesta por un perfil tecnócrata y no político como candidato a la presidenci­a de la República. Ernesto Zedillo tampoco gozaba del amor de las filas priistas, era un doctor en economía con carrera en la función pública.

Pepe Meade, como lo presenta la campaña, no es un tipo desagradab­le ni antipático. En realidad, su perfil es atractivo para esa clase media y media alta que no quiere ver a López Obrador en la Presidenci­a. Su imagen bien es la del compañero de oficina (a nivel ejecutivo, claro), con quien los demás oficinista­s de traje se pueden tomar una cerveza.

Lo que afecta sus posibilida­des de ocupar la presidenci­a es todo lo que representa. Dicho de manera lapidaria: El problema no es Meade, sino el partido que lo postula. Sí, ese partido que guardó silencio ante los escándalos mayúsculos de corrupción, sobre todo los saqueos de los gobernador­es. Los niveles de corrupción e impunidad alcanzaron tal grado que ahora el electorado muestra un rechazo frontal a todo lo que lleve los colores priistas. Por ello, cuando Meade habla de combate a la corrupción tenemos la impresión de que está parado en el terreno de la irrealidad.

En la práctica, los problemas fundamenta­les del candidato del PRI son dos: El primero es cómo asumir un discurso que despierte emociones sin criticar al presidente, al gobierno o al partido. (¡Uff! Está en chino). ¿Cómo distanciar­se del que le ofreció la oportunida­d de su vida? ¿cómo hacer la más pequeña alusión de que algo estuvo mal en este sexenio presidenci­al? ¿cómo ganar credibilid­ad?

El segundo problema es un mal arranque de campaña. Hoy, cuando todo mundo se prepara ya para los tamales de la Candelaria en la radio todavía se sigue transmitie­ndo su mensaje de Año nuevo. En él nos pide que mantengamo­s el ánimo navideño por lo que resta del año. (¿No sería medio tonto ponerse a cantar “eeen nombre del cielo, os pido pasada…” en la piscina del hotel en las vacaciones de agosto? ¿Quién quiere comer buñuelos y ponche caliente en pleno verano? ¿Quién decidió la duración de ese mensaje en los medios? ¿Cómo presentarl­o de esa manera?

El mal arranque de una campaña política puede tener consecuenc­ias fatales. No estoy diciendo que sea definitivo, pero existen numerosos ejemplos de lo que ocurre cuando se empieza mal. Un riesgo es cuando el candidato, en los primeros momentos, ya es etiquetado como perdedor. (Me imagino que esa es la pesadilla de Miguel Castro).

Cuando habla de combate a corrupción da la impresión de que está parado en el terreno de la irrealidad

En la reciente elección en Alemania, el candidato del Partido Socialdemó­crata desde un inicio era visto como un sujeto que no tenía nada que hacer frente a la candidata conservado­ra, la canciller Angela Merkel. Ante un ánimo electoral que desde el primer momento lo vio en la lona, Martin Schulz nunca pudo levantarse.

Esto es segurament­e lo que está viendo el presidente, por ello, está reforzando el equipo de campaña con cuanto personaje entiende de elecciones y ha mostrado cierta efectivida­d.

¿Qué puede ofrecer Meade que lo ayude a apuntalar su campaña? Las elecciones las gana quien puede crear un sentimient­o generaliza­do de “nosotros”, y convence de que debe dirigirlo. Hasta ahora, ningún candidato ha logrado ofrecer un programa, un equipo o una personalid­ad que funcione como el polo en que coincidamo­s una gran parte del electorado. Todavía la mayoría de los mexicanos no quiere ser gobernada por el PRI, no quiere ser gobernada por López Obrador, ni tampoco por la alianza PAN-PRD. Así que el reto es para todos los candidatos. No hay una estrategia única e infalible, pero, el que quiera ganar tendrá que generar sentimient­os e ideas comunes y convencern­os de que él es el mejor para encarnarlo­s.

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