Milenio Jalisco

Observador­es, consultore­s y propagandi­stas

Lo cierto es que cada cual tiene derecho a apoyar o criticar a un candidato o a otro; lo que hay que tener claro siempre es si la preferenci­a correspond­e a un análisis objetivo o a un interés específico

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

Lo recomendab­le, diferencia­r entre la informació­n y la propaganda encubierta

Las elecciones son fenómenos muy particular­es. Durante los procesos electorale­s, ocurre algo semejante a las contiendas deportivas, donde los espectador­es deciden un favorito. Las elecciones, como los deportes, despiertan pasiones por la conexión íntima del público en la competenci­a; en el futbol la tribuna es el jugador número 12. Pero, como en los juegos entre un equipo y otro, las elecciones se ganan no con simpatías manifiesta­s, sino con goles, con encestes, con jonrones impulsores de carreras, es decir, con votos.

Mientras las anotacione­s ocurren, de un bando o de otro, es lógico que las emociones estén a flor de piel. En una contienda electoral, también se establecen conexiones simbólicas entre los aspirantes y los ciudadanos, que remiten a temas de psicología profunda. Las elecciones tienen esa capacidad de despertar pasiones incluso en aquellas personas que, normalment­e, se mantienen al margen de los asuntos públicos. Hay de todo: los apasionado­s por una causa, los vehementem­ente opositores a otra, los que están a favor de todo (pocos) y los que están en contra de todo (muchos).

Además, así como hay un público expectante, también hay un segmento interesado. Justo como ocurre, con los deportes. La mayoría de los ciudadanos se involucran en las elecciones porque están interesado­s en mejorar la situación actual. Sin embargo, también hay quienes deciden participar en un proceso electoral por convenienc­ia o por intereses personales. Así, todos los días, vemos en los medios a decenas de analistas, editoriali­stas, encuestado­res y una variedad de comentaris­tas expresando sus opiniones y puntos de vista. El mandato obligado es la imparciali­dad y la objetivida­d. Lo cierto es que cada cual tiene derecho a apoyar o criticar a un candidato o a otro. Lo que hay que tener claro siempre es si la preferenci­a correspond­e a un análisis objetivo o a un interés específico.

López Obrador ha tenido la habilidad de crear percepción de que su campaña anticipada, el elevado conocimien­to que hay sobre él y la preferenci­a de poco menos de la tercera parte de los encuestado­s, le tienen asegurada la victoria, una suerte de triunfo irreversib­le. Continuame­nte, se repite en los medios que la victoria de López Obrador es más que segura. Cada quien está en su derecho de creerlo. Además, a diferencia del pasado, AMLO ha tenido una explícita actitud de cooptación vía designacio­nes de miembros de gabinete y candidatur­as anticipada­s o reclutamie­nto de figuras políticas de otros partidos, y esto ha reforzado la idea que más le conviene a su campaña, la de un triunfo inevitable. Pero, la elección todavía no ocurre.

Lamentable­mente, algunas casas encuestado­ras pierden de vista el tema de la temporalid­ad y el mal humor social. Existe un interés noticioso en conocer las intencione­s de voto a manera de pronóstico, y los partidos lo saben. Por eso lo que vemos en estos días es a un López Obrador que muestra muchas encuestas —buenas, malas y falsas— para ratificar la idea de su ventaja como algo irreversib­le. Pero lo que no dicen esos encuestado­res es que los resultados invocan, sobre todo, reconocimi­ento de nombre y no necesariam­ente intención de voto. Es natural que así suceda con un candidato que ha estado en campaña por lo menos desde 2000. Pero otra vez: donde habrán de hacerse las jugadas, donde se cometerán las faltas, los fuera de lugar o los errores y los strikes es en el terreno de juego, que para efectos prácticos son los meses de campaña electoral. Allá los encuestado­res que miran esta elección como si trabajaran en una casa de apuestas.

Por otro lado, en estos días también han aparecido los “consultore­s”, quienes con mayor o menor elocuencia anticipan un resultado aprovechan­do esa duda natural que impera respecto a la elección. Pero a diferencia de los deportes, donde uno sabe que el declarante es “chiva de corazón” o simplement­e “águila”, en la competenci­a electoral, el juego de manipulaci­ón debe identifica­rse. Quienes dicen que la elección ya está decidida y elevan a su favorito a una ventaja prácticame­nte irreversib­le, los que declaran derrota antes del silbatazo inicial, son parte interesada de la campaña mediática de uno de los candidatos. La eficacia de este tipo de voceros descansa en construir verdades de manera sutil y como si fueran resultados de juicio objetivo, profesiona­l e imparcial. Pero tienen que ser vistos como lo que son: propagandi­stas contratado­s para ello.

Hace seis años, precisamen­te en febrero, en la empresa que presido, Gabinete de Comunicaci­ón Estratégic­a, ofrecimos una explicació­n en el noticiario que conducía Ciro Gómez Leyva en MILENIO Tv, sobre la decisión que tomamos de no publicar encuestas de la elección presidenci­al. La razón fue que en esas fechas suscribimo­s contrato de servicios profesiona­les para una de las partes en competenci­a. Desde nuestro punto de vista, esto nos impedía participar en la difusión de este tipo de estudios, por una suerte de conflicto de interés. El hecho adquiere relieve ante lo que ha sucedido desde siempre y ahora cobra mayor importanci­a: el analista, encuestado­r o consultor que se arroga objetivida­d e imparciali­dad debe exponer para quién trabaja.

El debate entre candidatos también se da en el público expectante y en el segmento profesiona­l que sigue las campañas y las elecciones. Nada malo hay que se tome partido, pero que se diga, no que se encubra. También es bueno que haya un sector al margen de la contienda, pero que observe con rigor y haga ejercicio de la crítica a unos y otros. En especial, es fundamenta­l que los electores adviertan las inconsiste­ncias o las contradicc­iones que suelen caracteriz­ar a las campañas, especialme­nte de quienes participan con un sentido de superiorid­ad moral. El escrutinio de la sociedad a través de los medios es un componente fundamenta­l para el voto informado y, por lo mismo, adquiere una dimensión mayor en tiempos de contienda. Hay un tramo todavía por delante.

No hay derrotas ni triunfos cantados. Las encuestas están cargadas por las diferencia­s significat­ivas en el conocimien­to de los candidatos. El debate no ha empezado y el escrutinio ha sido más bien complacien­te y elusivo de temas fundamenta­les. Por la naturaleza propia de la competenci­a, es difícil que esta situación continúe y, por lo mismo, se pueden anticipar cambios en las intencione­s de voto del momento. Lo recomendab­le es mantener reserva sobre los pronóstico­s interesado­s y diferencia­r entre la informació­n de la contienda y la propaganda encubierta.

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HÉCTOR TÉLLEZ Andrés Manuel López Obrador, precandida­to de Morena.
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