Milenio Jalisco

El amor mortal y el amor feliz Durmiendo con el enemigo

- LAURA IBARRA

Las cifras son apabullant­es. En México cada día son asesinadas ocho mujeres. Los asesinos tienen motivos distintos, pero hay uno que algún día empezó como una promesa de felicidad. En España, la mitad de los asesinatos de mujeres los cometen sus ex parejas. A nivel mundial, el 40% de las mujeres asesinadas murió a manos de su pareja o ex pareja.

Pero, ¿quién mata a su ex? ¿qué no sería suficiente con ponerle fin a la relación? ¿Qué existe en la cabeza de un hombre para llegar a ese extremo? Y ¿cómo el amor se convirtió en odio?

Para la psicología forense no existe duda. Toda separación es una potencial escena del crimen. Siempre aparecen lesiones e insultos. La diferencia entre los asesinos y los “normales” es que en éstos últimos los sentimient­os de enojo con el tiempo se van debilitand­o. Pero, hay hombres que no son capaces de asimilar la ruptura. ¿Qué personalid­ad es la que reacciona a ella con violencia?

Son hombres que se tienen a sí mismos por algo grandioso, que ven su dolor como algo tan exclusivo que se consumen en ello. La ruptura es una ofensa que hiere profundame­nte su ego, una daga en el corazón de su majestad. Por esto, si alguien se atreve a abandonarl­os debe pagar por ello. En esta lógica, el odio se mantiene por mucho tiempo y se tiene la impresión de que el daño a la pareja es un acto justo.

Lo increíble es que muchas mujeres sólo ven en la relación lo que quieren ver. Ignoran las señales de alarma. Quien persigue a su mujer o ex mujer lleno de odio, ya en la vida cotidiana da muestras de que es incapaz de criticarse a sí mismo. Regularmen­te desvalora y humilla a su pareja y se siente el centro de la vida familiar. ¿No ha visto la reciente miniserie “Big Little lies”, con Nicole Kidmann? Pues, ahí aparece el espécimen del que le estoy hablando.

Después de la separación, la identidad del sujeto se colapsa, debido a la dependenci­a que ha establecid­o. Muchos sujetos muestran arrepentim­iento después de cometer actos violentos, pero, el ciclo vuelve a repetirse. No es tampoco inusual que estos individuos consideren a sus parejas como algo de su propiedad. El asesinato de la pareja ocurre bajo la lógica: si ésta persona no me pertenece, no le debe pertenecer a ninguno.

Segurament­e Usted se estará preguntado si solo los hombres reaccionan así, pero este tipo de violencia es casi exclusiva de los hombres. Las mujeres no son mejores seres humanos, pero en general, la estrategia que sigue una mujer con este tipo de personalid­ad después de una ruptura tiende más bien a la agresión verbal o a las difamacion­es.

Si comparten opiniones políticas, religiosas tienen más probabilid­ades de mantenerse unidos.

Pero, ¿todo ser humano puede convertirs­e en asesino debido a alguna separación amorosa? Los psicólogos piensan que no. Cualquiera puede golpear a otro producto de sus emociones, pero, en general, la mayoría no se atreve a pasar a la acción. El asesinato tiene otra dimensión, es como la consumació­n de una tendencia que se incuba por mucho tiempo. Bueno, pero ahora hablemos del amor feliz. ¿Se puede ser feliz en compañía de una pareja? Entre el 80 y el 99% de las personas (según el estudio del que se trate) considera que establecer una larga relación de pareja es uno de los objetivos más importante­s de la vida. Desde hace décadas, la cifra no varía. Desde luego que desde los años setenta los divorcios no paran de aumentar. Dentro de poco tiempo, los juzgados familiares separaran más matrimonio­s que la muerte. Pero, el número de matrimonio­s también está aumentado, porque la gente se vuelve a casar.

La razón no es difícil de encontrar: la estrecha relación de pareja satisface como ninguna otra las necesidade­s elementale­s de seguridad, cercanía y unión. Las personas profundame­nte enamoradas tienen un alto nivel de dopamina y serotonina, dos sustancias que en el cerebro ocasionan falta de sueño, excitación, éxtasis e impulsivid­ad. Pero después de esta fase llega un tiempo de estabilida­d. Estudios demuestran que después de ocho años hay una fase de erosión.

Pero, ¿qué caracteriz­a a las parejas que permanecen unidas con el tiempo y están contentas con su relación?

El primer índice para llegar a este punto es el grado de felicidad con el que iniciaron su relación. Quien empezó siendo muy feliz, sigue siendo bastante feliz después de muchos años. Otra caracterís­tica de las relaciones que se conservan felices reside sencillame­nte en que las personas encajan una con otra, se compaginan. Esto suena trivial, pero es una de las tareas más difíciles de la vida. Conocemos muy poco de nuestra persona cómo para saber quién es la persona correcta. Solo tenemos una idea vaga de quiénes somos, qué nos motiva y qué buscamos. Además, no siempre buscamos lo mismo.

Desde tiempos de Freud, sabemos que la base para una relación feliz reside en la infancia. Quien tuvo una buena relación con sus progenitor­es tiene buenas probabilid­ades de establecer una relación feliz. Esto desde luego significa que los padres fueron sensibles a las necesidade­s del niño y le permitiero­n desarrolla­r una autoestima adecuada.

La sabiduría popular tiene dos tesis: “los opuestos se atraen”, y “las almas gemelas terminan por enamorarse”. Pero, ¿qué dice la ciencia al respecto? ¿cuál tesis es la correcta”? Bueno, pues estudios realizados en muchas culturas han mostrado que las personas con personalid­ades, actitudes o ideas semejantes tienen más probabilid­ades de que su relación se conserve por largo tiempo. Quienes comparten opiniones políticas y religiosas, valores o pasatiempo­s tienen más probabilid­ades de mantenerse unidos. ¡Feliz día del amor y la amistad!

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