¿Para qué votar?
Democracia divino tesoro, hoy se está deteriorando por la manipulación, el arribismo, la pobreza de miras y el irrespeto galopante a normas y éticas. ¿Quién manipula, arriba o falta al respeto? Una multiplicidad de actores. Quizás son más visibles las acciones de los políticos, pues sus funciones son públicas. Sin embargo, también los ciudadanos somos manipuladores, arribistas y de mirada corta. Noticias cotidianas sobre la violencia, pública y privada; acerca del medro con el medio ambiente natural y social; de la desatención institucional de las necesidades de la comunidad, muestran el deterioro de fundamentos y formas de nuestra democracia. Las alertas están prendidas y hace rato suenan con estridencia. Las correcciones aún son mínimas comparadas con el ritmo del deterioro.
La democracia es un significado construido en común con bases éticas aceptadas por todos. Y no por eso es algo inmóvil. Es una propuesta que todos los miembros de una comunidad política aceptan como el mejor (alguno diría el menos malo) punto de partida para convivir en paz. La puesta en práctica de la propuesta indica lo acertado de la misma y lo que conviene revisar y cambiar. Por eso nuestros pactos políticos están sujeto a la modificación si la mayoría así lo considera. Así se incorporan nuevos significados y sustentan resignificaciones comunes, es decir, nuevas normas, leyes o reglas; y nuevas instituciones en salud, educación, alimentación, vivienda y otras áreas para mejorar la calidad de la vida de los habitantes de estas tierras. La vida política de nuestro país independiente lo demuestra.
Vivimos ahora en medio de múltiples señales de deterioro del diseño de convivencia hasta ahora aceptado. El tiempo electoral, sin ser óptimo, puede ayudar a resignificar nuestra democracia y trazar un rumbo hasta ahora inédito, de renovación. Al menos para detener hábitos y comportamientos con los cuales se socavan las piedras angulares de nuestro diario vivir.
El voto puede ser un verdadero referéndum si partidos, políticos y ciudadanos hacemos la tarea de no votar por personas o partidos. Votar después de reconocer la hondura del deterioro y la magnitud de la necesaria renovación democrática. Votar por criterios y acciones anticorrupción y antiviolencia; para revalorar el respeto y revivir la honestidad; por el largo plazo y no por luces de fiesta.