Celebran a formadores
En la edición 33 del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG)que se realiza del 9 al 16 de marzo, las secciones formativas de Talents Guadalajara y DocuLab celebran diez años de fundación. Para celebrarlo, Ana Zamboni directora de Talents Guadalajara anunció harán coincidir las fechas para que los asistentes “puedan convivir y entablar lazos colaborativos, que es uno de los propósitos de dichas secciones”.
Por otro lado comentó que este año, una de las actividades destacadas es la master class que impartirá Daniel Attias, quien ha dirigido series como True Detective y The Walking Dead, también estará Karla Hool “que es una reconocida directora de casting en Los Ángeles quien dará un taller de dirección de actores, mientras que Lisandro Rodríguez que va a dar el taller de actuación. También vendrá Mariana Rodríguez, gran editora argentina, y los catalanes Jo Sol y Afra Rigamonti que van a dar un estudio enfocado a estos rubros”.
Zamboni explicó que este año en Talents Guadalajara son 53 seleccionas y en DocuLab son 15 pero que representan 10 documentales, todos ellos procedentes de México, Centroamérica y el Caribe, Argentina, Brasil y Colombia. Entre los catalanes invitados destaca Rosana Matecki “que es una gran documentalista”. Mayor información en www. ficg.mx firmaba Todorov en La literatura en peligro que el régimen de Stalin los mandaba a golpear y encarcelar por los análisis literarios que publicaban. También mencionaba que él, para evitar ser golpeado o detenido, decidió hacer análisis sintáctico y etimológico (inmanente) de las obras literarias.
La literatura quedó en segundo plano.
La estilística de Spitzer causaba fuertes problemas a nivel social.
Luego Todorov fue a Francia y se quedó allí. Conoció a Barthes que, desde mi perspectiva, también huía, no de las detenciones, sino del repudio por sus preferencias sexuales.
La estilística, cuyo círculo hermenéutico era más intuitivo que metódico, buscaba la visión del mundo del autor y, a partir de ésta, la visión del mundo de su grupo y de la sociedad en la que aquél vivía.
Goldmann, a su vez, creó la idea del “sujeto transindividual” como representante de su grupo social, pero ganó Barthes en Francia y Warren y Wellek en Estados Unidos; después apareció Cross con su sociocrítica, De Man con su deconstrucción en la oralidad y Derrida con su deconstrucción escritural.
Dominaba, pues, el análisis inmanente de los textos literarios.
Aquí no ha llegado nada de eso. Los llamados investigadores apenas si van a paso de mula por las terracerías del positivismo literario. Todavía andan rescatando obras literarias, aunque sin el conocimiento historiográfico necesario para el trabajo serio. Mucho de intuición.
“Inventan” o trastruecan, en razón de su confusión entre crítica literaria e historia de la literatura. Su posición de dependencia económica de la universidad, de alguna institución paraestatal o de persona particular, los deja cuasi imposibilitados para hacer historia literaria porque en esa línea del tiempo hay muchos involucrados que definen su modo de pensar desde afuera, como las palizas o los encarcelamientos mencionados por Todorov.
Todorov huía de las palizas y encarcelamientos; Barthes, del repudio social, y estos investigadores temen que les suban la canasta de los apoyos económicos que les han dado para vivir holgadamente.
Nadie ve, pues “Ojos que no ven, corazón que no siente”, el daño social en el que incurren al tergiversar los datos o el no darlos completos, argumentando que es su visión personal de las cosas.
Porque aparte de ser investigadores son profesores, y su efecto sobre la formación de las nuevas generaciones ya resulta devastador como la viruela negra.
Lo peor, como decía Hannah Arendt, es esa ausencia de conciencia crítica y la presencia de una conciencia burocrática que sólo sabe obedecer consignas creyendo que son iniciativas propias.
“Uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”, afirma Byung-Chul Han.