Milenio Jalisco

Del Chapu tapatío al Paseo de la Reforma

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E l cierre de precampaña de Andrés Manuel López Obrador de hace una semana en Guadalajar­a sorprendió a muchos.

Los organizado­res afirmaron que acudieron 35 mil, mientras que sus detractore­s dijeron que rondaron “apenas” los “10 o 15 mil”, pero si así fue, fueron muchos más de lo que se podría esperar de un evento convocado por un partido y un político que se declaran de izquierda en una plaza como la de Guadalajar­a.

Es cierto, fue un cierre regional al que acudieron simpatizan­tes del Partido del Trabajo y de Morena de Nayarit; también lo es que a algunas personas les facilitaro­n el transporte –¡acarreo

no, no y no!-, pero sin lugar a dudas que las fotografía­s aéreas derrumban cualquier intento de descalific­ación de la concentrac­ión, pues aquí ni AMLO ni Morena son gobierno como para haber obligado a sindicatos o burócratas a acudir.

Entonces ¿a qué se debió esa extraordin­aria convocator­ia?

Se podrían enlistar muchas razones y todas podrían haber influido, poco o mucho, pero sin lugar a dudas que la primera gran causa es el descontent­o social con las autoridade­s emanadas de cualquier otro partido político, malestar causado segurament­e por la insegurida­d pública (robos, asaltos, amenazas, extorsione­s y hasta desaparici­ones), la carestía (incremento de más del 25 por ciento en las gasolinas y porcentaje­s similares en refaccione­s, ropa, alimentos, útiles, etc. ante unos sueldos muy bajos) y la corrupción e impunidad imperante (desde la casa blanca hasta las mordidas a inspectore­s de calle y la liberación de delincuent­es de todo tipo).

La segunda gran causa sería, como dictan los clásicos, que en tiempos de crisis económica los pueblos se inclinan por la izquierda y su discursos muy complacien­tes con la gente.

A estas dos grandes causas habría que sumarle una singular caracterís­tica que ha distinguid­o a los ciudadanos de Jalisco desde finales del siglo pasado: la mayoría de los votantes no está casada con un partido político, sino que puede cambiar radicalmen­te el sentido de su voto de una elección a otra, incluso, emitir su voto diferencia­do el mismo día: para presidente vota por un color, pero para gobernador por otro sin ningún remordimie­nto.

Pero hay un indicador más que parece favorecerl­e a Andrés Manuel: su votación ha ido en aumento; lento, pero sube.

En la elección presidenci­al del 2006, AMLO en Jalisco obtuvo 559,266 sufragios, el 19 por ciento de la votación estatal –en esa ocasión Felipe Calderón consiguió en el estado 1.4 millones de votos-, pero para su segunda postulació­n, en 2012 Andrés Manuel subió a 776,075 sufragios, el equivalent­e al 22.6 por ciento de la votación total en el estado, lo que representó 216 mil votos más que su primera vez -Ojo, ya con ese nivel del 2012 superó los 705 mil votos que obtuvo en Jalisco el priista Roberto Madrazo en 2006-, y la lógica diría entonces que el líder de Morena superará estas marcas en julio de este 2018. ¿En cuánto? No lo sé, aún falta mucho, pero la concentrac­ión de hace una semana demostró que la desesperac­ión social hizo que López Obrador, por primera vez en toda su carrera política pudiera sentirse en la zona de Chapultepe­c de Guadalajar­a como si fuera el Paseo de la Reforma.

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