Vamos a ganar
Q uienes practican el fut, el box, el beis y otros deportes donde el objetivo es ganar, cada víspera de un encuentro suelen expresar la pretenciosa frase: vamos a ganar, aunque sus posibilidades sean remotas. Esa exaltada expresión, las más de las veces es una frase sin sustento, porque de antemano intuyen que la derrota es más probable que el triunfo, aun así externan el vamos a ganar con euforia, para congraciarse con sus “fans”, no porque tengan la certeza de un eventual triunfo. Con esta expresión pretenden convencerse a sí mismos. Nos hemos cansado de escuchar esas exaltaciones de optimismo, particularmente relacionadas con nuestra selección nacional (el tri), pero oh decepción, a pesar de la euforia que suelen impregnarle a su entusiasmo, los resultados resultan adversos.
Ahora, en tiempos de precampañas, intercampañas y campañas --vaya galimatías-- los candidatos a diferentes puestos de elección popular, incluidos AMLO, Anaya y Meade, gritan a los cuatro vientos: vamos a ganar. La pregunta obligada específicamente a ellos, es ¿qué van a ganar? En sus noches de insomnio habrán reflexionado que en el supuesto de “ganar el “premio mayor” --si se le puede llamar premio-- éste es de pronóstico
reservado.
En virtud de las circunstancias caóticas que hemos padecido el último año, no,
menos, los últimos cinco años; plagados de violencia, inseguridad, secuestros, pobreza, corrupción, impunidad, nepotismo y muchísimas linduras más que heredaremos del gobierno actual; el ganador de la contienda electoral ¿qué ganará? Pues nada menos que la rifa del tigre.
El tigre es un “bicho” enigmático, salvaje, sigiloso e impredecible. Encubre entre sus fauces sorpresas de pronóstico reservado.
El presidente electo, quiera o no, tendrá que luchar cuerpo a cuerpo contra el tigre. A pesar de los golpes bajos y cubetazos que se repartirán a diestra y siniestra entre los contendientes durante la inminente campaña electoral, ésta podría ser un paseo dominical comparada con enfrentarse a ese imponente felino, esa será su verdadera prueba de fuego.
PD. Además de domar al tigre, el próximo presidente de México deberá ser un dasfacedor de entuertos. El cargo requiere de auténtico oficio político. ¿Quién de los tres lo logrará sin morir en el intento: el bueno, el malo o el feo? Hagan sus apuestas estimados electores (y electoras, diría Fox).