Protesta y contradicciones en Tres anuncios
El dramaturgo y realizador de cine irlandés Martin McDonagh se inspira en paisajes y ciudades para construir sus historias de personajes extravagantes que viven y provocan situaciones extrañas y cargadas de violencia. Su película En Brujas (In Bruges, 2008) muestra a dos gangsters ingleses en la pintoresca ciudad belga; Siete psicópatas y un perro (Seven Psychopaths, 2012) nos lleva a Los Ángeles, California y Tres anuncios por un crimen (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri) a un lugar ficticio del Medio Oeste de EUA. En ninguno de los tres filmes el espacio y las historias narradas pretenden estar calcadas de la realidad. Lo que McDonagh construye en espacios reconocibles es un universo fílmico original que atrapa por sus personajes fuera de serie, su lógica interna y el humor negro.
Tres anuncios por un crimen narra la historia de Mildred Hayes (Frances McDormand) cuya hija adolescente fue violada y asesinada siete meses atrás. Cargada de rabia e impotencia la mujer denuncia la ineficiencia policiaca con tres espectaculares rojos en la carretera que lleva a la pequeña ciudad. La acción desesperada despierta reacciones fuertes tanto en su familia como en la población y las autoridades de Ebbing.
Como guionista, director y productor, McDonagh utiliza la ira de Mildred y la situación de tensión que escala cada vez más, para involucrar a una serie de personajes cuyo pasado, desarrollo y situación presente influyen en la trama. A través del seguimiento de los personajes se revela todo un catálogo de represiones que caracteriza la sociedad y los individuos del lugar. El filme describe pero no juzga la brutalidad policiaca, el sexismo, racismo etc. ya que parece normal y marca la convivencia y comunicación diaria. ¿Cómo va la tortura de los negros?, le pregunta Mildred al policía Dixon, un patán y macho golpeador que vive en absoluta dependencia de su madre alcohólica. “Ya no debemos decir la palabra con n”, responde Dixon. “Ahora tenemos que decir “personas de color”. “Entonces: ¿Cómo va la tortura contra las personas de color?”, insiste la mujer antes de vivir en carne propia la agresión de “la autoridad”. Sin embargo, tampoco Mildred se escapa de conductas brutales y discriminatorias. La mujer golpea y da patadas, avienta cocteles molotov y agrede a un vecino de estatura corta por su discapacidad física sin pensarlo dos veces.
El ingenioso guión muestra el manejo magistral de McDonagh con el lenguaje verbal y escrito. Como dramaturgo inventa diálogos que son verdaderos duelos verbales y glosarios de malas palabras. Sus personajes recurren, además, a los discursos. La cadena de argumentos con la que Mildred calla al cura de la localidad que le reprocha su conducta, es una lección de oratoria. Como realizador McDonagh también destaca por su sensibilidad poética y la estética visual y sonora que arma a través de escenas del paisaje y retratos humanos comentados por canciones como la irlandesa “Last Rose of Summer” y “Chiquitita” de ABBA.
El tono irreverente y desenfadado con el que el filme se desliza por temas altamente álgidos ha despertado críticas, sobre todo en Estados Unidos dónde se preguntan si es ético crear empatía para personajes racistas, homofóbicos y xenofóbicos. Es cierto, el filme no ofrece solución ni castigo para los transgresores. Un personaje como Mildred, sin embargo, impacta por mostrar las contradicciones que caracterizan la naturaleza y condición humana. La interpretación de Frances McDormand lleva por una montaña rusa de emociones en las que el dolor, el coraje, la impotencia, la duda y las reacciones de comprensión y ternura construyen a profundidad el tema y las preocupaciones del filme y su autor.