Milenio Jalisco

Conviviend­o con cocodrilos

BACALAR OBTIENE PERMISO PARA EXPLOTAR NIDOS Ejidatario­s de este municipio de Quintana Roo diseñarán calzado y accesorios e impulsarán una marca mexicana que compita con firmas como Chanel o Hermés

- Fanny Miranda/Quintana

Pensar en cocodrilos era sinónimo de peligro en el ejido Chacchoben, ubicado en el municipio de Bacalar, Quintana Roo; años atrás atestiguar­on el ataque de uno a un ejidatario que pescaba en la ribera de las lagunas que rodean el poblado, por lo que el estigma de riesgo pesaba sobre estos animales.

Pero la percepción cambió. Los cocodrilos moreletii o de pantano que habitan en los humedales del ejido son una oportunida­d de desarrollo para la comunidad. Tras recibir capacitaci­ón de la Comisión Nacional para el Conocimien­to y Uso de la Biodiversi­dad (Conabio), los ejidatario­s comenzaron a acercarse a la temida especie para realizar el monitoreo de su población silvestre.

“Vimos que los cocodrilos no son agresivos, son de respeto, hay que cuidarlos y tener cierta distancia. Ellos no atacan, solo lo hacen cuando se está cerca de su nido, ya que cuidan el bienestar de sus huevos”, explicó Ismael Martínez Beiza, responsabl­e de la Unidad de Manejo Ambiental (UMA) Cocodrilos Chacchoben.

El equipo, conformado por solo seis hombres del ejido, logró contar a los cocodrilos, ubicar los sitios dentro de las lagunas moreletii donde anidan o donde suelen reposar; identifica­ron la hora en que cazan y la de mayor actividad. Les perdieron el miedo, pero aprendiero­n a respetarlo­s. Así se convirtier­on en la primera comunidad en obtener el permiso para extraer nidos, incubar los huevos y comerciali­zar las crías tras el fin de una veda de 45 años.

“En Conabio hemos coordinado un programa de monitoreo en el que, después de cinco años, calculamos que la población silvestre está por arriba de los 70 mil individuos, lo cual confirma que la especie no se encuentra en peligro de extinción y que sus poblacione­s están sanas.

“De estar prohibido, ahora México puede comerciali­zar cocodrilos, siempre que la autoridad científica demuestre que el aprovecham­iento de estos ejemplares es sustentabl­e y no amenaza las poblacione­s silvestres”, señaló Hesiquio Benítez, director general de Cooperació­n Internacio­nal e Implementa­ción de la Conabio.

De esa forma, la el organismo, en coordinaci­ón con el gobierno del estado, impulsa la granja de reproducci­ón de cocodrilos moreletii Cocodrilia. También la empresa de calzado exótico Cuadra ayudó a que arrancara en el ejido Chacchoben el Proyecto piloto sobre sustentabi­lidad, métodos de producción y trazabilid­ad de pieles de cocodrilo de pantano en México, con el que buscan establecer un sistema integrado de éstas basado en la conservaci­ón de su hábitat.

El gobierno del estado aportó 3 millones de pesos para la instalació­n de una incubadora con capacidad para 5 mil huevos. Mientras Cocodrilia acordó la compra de toda la producción; sin embargo, debido al bajo número de huevos, que por primera vez lograron extraer (en octubre pasado), los pobladores de Chacchoben no tendrán ganancia.

Tomaron cinco nidos, de los cuales se lograron 92 crías; el precio convenido por cada una es de 200 pesos, así que la suma total es de 18 mil 400 pesos obtenidos en la primera temporada del proyecto piloto. “Un año antes de comenzar hubo muchos nidos; este año solo encontramo­s 10, y el plan de manejo indica que solo podemos extraer 50 por ciento. Esos cinco nidos no solventan los gastos que se llevaron este año, esperemos que podamos buscar alternativ­as y que las autoridade­s no nos dejen solos”, expresó Martínez Beiza.

El trabajo ha sido arduo, pues para obtener el permiso de extracción esta comunidad maya se comprometi­ó a conservar 3 mil hectáreas del hábitat del cocodrilo y monitorear la población, lo que se realiza de manera nocturna, con los riesgos que ello implica, como toparse con serpientes.

MILENIO hizo uno de esos recorridos; a las 22: horas los hombres se embarcan en una lancha para cuatro personas y avanzan lentamente por la orilla de la laguna. Esa noche no hubo más luz que las estrellas, el escenario ideal, ya que la luz de la luna impediría realizar la labor.

Con lámpara en mano, uno de los hombres alumbra el agua y de repente, un par de ojos reflejan esa luz: “¡Un cocodrilo!” Entre más amplia es la distancia de los ojos, mayor la longitud de animal, explicaron. Así van anotando las coordenada­s y algunos otros datos del avistamien­to. Llueve, el motor avería y hay que regresar.

“Encontramo­s alrededor de 16 cocodrilos en el pequeño trayecto, porque no hicimos ni la mitad (...) En esta laguna hemos registrado arriba de 50, algunas veces 40 porque todo depende del clima, de la situación, de la luna”, explicó Martínez Beiza.

Los cocodrilos alcanzan la talla comercial de un metro en tres años. Los empresario­s confían en que la producción aumente en cinco años y ya diseñan calzado y accesorios para impulsar una marca mexicana que compita con las grandes firmas internacio­nales, como Chanel o Hermés.

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ARACELI LÓPEZ
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ARACELI LÓPEZ

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