CAMINITO DE LA ESCUELA
Donald Trump dice que ningún “tirador loco” se atrevería a entrar a una escuela en la que los profesores estuvieran perfectamente armados, sabiendo que podrían morir al instante. ¡Y tiene razón! Es mucho más rápida esta solución que andar educando a las personas o controlar la venta de pistolas. De hecho, proponemos que los maestros tengan diferentes niveles de armas para controlar a los niños desde chiquitos
Cerbatana. El chamaco recibirá un pequeño papelito lleno de baba entre ceja y ceja si afirma que la Tierra es plana, si dice “volvido” o si comienza a hablar de política con sus amiguitos.
Resortera. Arma no letal para lanzar pedazos de gis a las filas de atrás, cada vez que los gandules se comiencen a reír con las explicaciones del maestro. Si los estudiantes se ponen bravucones, pueden lanzarles pedazos de torta de huevo o corcholatas.
Pistola de agua. Si sus estudiantes son de secundaria y están en la edad de la calentura, nada mejor que atacarlos con un chisguete de agua de la llave para que se separen. También sirve para desanimar a aquellos que no paran de cantar la canción del Movimiento Naranja o el “Scooby Do PaPá”.
Pistola de balines. Si sus estudiantes vienen de Ecatepunk y son de los que piden cooperación de lunch entre sus compañeros, el profesor tendrá el permiso de disparar al aire para que se espanten. Si el pseudoestudiante saca un picahielos, hay que dispararle en la pata. Seguro esto nada más lo hará cojear, pero al maestro le dará tiempo de correr para pedir ayuda.
Bazuca. Si un día está dando clase y un estudiante entra con el pelo enmarañado, hablando incoherencias y asegurando que es un elegido para cambiar el rumbo de su nación, no lo dude: seguro trae malas intenciones. Hay que darle un bazucazo para que se calle.
Pistola desintegradora (prototipo). Úsese solo en caso de que al salón de clase entre el mismísimo presidente Trumpas. La humanidad se lo agradecerá.