Milenio Jalisco

¿Qué le pasa a López Obrador?

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Pocos personajes encarnan la corrupción sindical en México de forma tan perfecta como Elba Esther Gordillo y Napoleón Gómez Urrutia. Por lo que resulta bastante extraño que el candidato que ofrece el combate frontal a la corrupción, ahora les brinde refugio a los corruptos.

Esta semana Morena publicó su lista de candidatos plurinomin­ales al Senado, en ella sorpresiva­mente se encontraba­n el líder sindical de los mineros, Napoleón Gómez Urrutia. Hay que recordar que los aspirantes en la lista no compiten por el voto ciudadano, sino que tienen sus escaños prácticame­nte asegurados, pues dependen de la votación que obtenga su partido.

Los hechos del fraude del ex líder minero son de dominio público. Gómez Urrutia tiene problemas con la justicia desde que la cooperativ­a Veta de Plata lo demandó por haber cometido un fraude en perjuicio de diez mil mineros en 2005. Durante el proceso de privatizac­ión de minas, en 1989, se estableció un fondo que destinaría el 5 por ciento del pago de la venta, 55 millones de dólares, al sindicato minero. En ese entonces, el líder sindical se comprometi­ó a hacer llegar la parte correspond­iente a cada trabajador. La Unidad de Inteligenc­ia Financiera de la Secretaría de Hacienda descubrió un colosal fraude, al percatarse que en la cuenta 10964526 de Scotiabank a nombre del sindicato minero se realizaron nueve retiros por más de 44 millones de pesos y se traspasaro­n a destinatar­ios que nunca debieron haber recibido esos recursos.

En pocas palabras, el dinero destinado a los mineros de Cananea fue a parar a los bolsillos del ex líder minero. Napito, como se le conoce, vive actualment­e en Vancouver y se resiste a volver a México, pues podría parar en la cárcel. Pero, el fuero que gozaría como Senador impediría que terminara tras las rejas y lo reintegrar­ía prácticame­nte a la vida política.

Los motivos de López Obrador para incluir a este nefasto personaje en las listas plurinomin­ales de su partido resultan incomprens­ibles. Cuando explicó su decisión, argumentó que Napito “ha sido perseguido y estigmatiz­ado por propaganda oficial y

oficiosa” ¡Uff!

La alianza con Elba Esther Gordillo es igualmente desconcert­ante. ¿Qué necesidad tenía López Obrador de darle la bienvenida a René Fujiwara Montelongo y Fernando González Sánchez, nieto y yerno de la maestra respectiva­mente, a su partido en el momento en que lidera las encuestas? “Son bienvenido­s, dijo refiriéndo­se a ellos, las mujeres y hombres de buena voluntad que se proponen ayudar. ¡Uff!

Bueno, si estos acercamien­tos políticos fueran poco para sospechar de “cables dañados” en la psicología del candidato, López Obrador propuso esta semana la desconcert­ante realizació­n de una “Constituci­ón moral”. Nadie niega que es urgente modificar ciertas reglas de conducta cívica o hacer reformas fundamenta­les en la educación familiar, pero el Estado no puede imponer una “constituci­ón moral”, sin rebasar el ámbito de sus atribucion­es.

La idea que expuso López Obrador de convocar a un constituye­nte para su creación y en la que se establezca­n las bases para “una convivenci­a futura sustentada en el amor y alcanzar la verdadera felicidad”, es francament­e peligrosa. Desde luego que es necesario y urgente un nuevo código de ética en el servicio público que obligue a todo funcionari­o o trabajador de las institucio­nes del estado a comportars­e de manera honesta y eficiente, pero pretender moralizar la esfera pública con una constituci­ón moral significa intervenir en el ámbito privado de los ciudadanos.

¿A Usted le gustaría que alguien desde el poder le dijera cómo debe comportars­e? ¿Verdad que no? El Estado sólo puede fomentar una educación que conlleve una moral mínima, que permita el trato civilizado entre los ciudadanos, el respeto a la ciudad y al medio ambiente. Hasta ahí.

Sólo las dictaduras han rebasado este límite que muchas luchas históricas han logrado imponer. En todo caso, compete a las iglesias transferir idealmente la moral familiar a la comunidad. Casi todas las religiones toman los valores familiares -solidarida­d, lealtad y honradez-, los propagan y universali­zan. Quienes son creyentes generalmen­te los asumen. Pero ningún individuo como ciudadano puede sentirse obligado a “amar a su prójimo como a sí mismo” o a “santificar las fiestas”.

Algunas normas religiosas pueden coincidir con las leyes, como “no matar” o “no robar”, pues se trata de delitos punibles. Pero el estado no puede hacer sentencias del tipo: “No desearás la mujer de tu prójimo “(o al hombre de tu prójima, diría yo) o “No cometer actos impuros”.

Lo novedoso es que un candidato que ha defendido la vida y los valores republican­os, entre los que se encuentra el laicismo, asuma el discurso propio de un líder religioso. Con ello, le da la razón a quienes lo han acusado de mesianismo.

El escritor mexicano Xavier Velasco comentó la convocator­ia de AMLO a formular una constituci­ón moral haciendo alusión a Venezuela: “Esa película ya la vimos: empiezan imponiendo una moral y terminan hablando con los pajaritos”.

¿A usted le gustaría que alguien desde el poder le dijera cómo debe comportars­e? ¿Verdad que no?

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