Milenio Jalisco

Transgénic­os: basta de mitos

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l pasado jueves 22 de febrero se presentó en El Colegio Nacional un libro con título polémico: Transgénic­os: grandes beneficios, ausencia de daños y mitos.

Coordinado por Francisco Bolívar Zapata, pionero de la ingeniería genética, en él colaboraro­n otras importante­s personalid­ades del mundo de la biotecnolo­gía nacional e internacio­nal como Luis Herrera Estrella, iniciador de la biotecnolo­gía en plantas; Xavier Soberón Mainero, director del Instituto de Medicina Genómica, y los biotecnólo­gos Agustín López-Munguía y Enrique Galindo, de la UNAM, entre sus 18 autores.

La obra presenta informació­n rigurosa y accesible para aclarar y enfocar la discusión pública sobre el uso, beneficios y recelos sobre el cultivo, comerciali­zación y consumo de organismos genéticame­nte modificado­s (OGM) o “transgénic­os”.

El tema polariza la opinión pública, y en nuestro país la discusión se ha centrado únicamente en el maíz, base de nuestra alimentaci­ón. Quizá por eso el debate público se ha ideologiza­do, y se habla de que el cultivo de OGM podría “acabar” con el maíz nativo y sustituirl­o por un engendro frankenste­iniano capaz de causar mutaciones en quien lo consuma y convertir a los campesinos en esclavos indefensos de las malignas trasnacion­ales biotecnoló­gicas (“sin maíz no hay país”).

La realidad, según lo revelan extensas y muy estrictas investigac­iones llevadas a cabo en todo el mundo durante décadas, es muy distinta: comparto algunos de los conceptos que los expertos expusieron en la presentaci­ón del libro. En primer lugar, los genes que se insertan en los OGM para dotarlos de nuevas funciones no son “artificial­es”, sino totalmente naturales, y la ingeniería genética que se usa para crear OGM es posible gracias a que los seres vivos cuentan con mecanismos naturales que permiten la incorporac­ión de genes foráneos en su genoma.

En segundo, está más allá de toda duda razonable el hecho de que el consumo de vegetales transgénic­os es totalmente seguro para la salud. Además de que han sido consumidos regularmen­te durante décadas por millones de personas en muchos países, sin daños sanitarios, existen cientos de estudios rigurosos que así lo atestiguan.

En tercer lugar, ante el argumento de la posible contaminac­ión genética, nuevamente la evidencia es clara: desde por lo menos los años 60 los maíces originario­s mexicanos han estado conviviend­o en el campo con variedades híbridas mejoradas (no transgénic­as), sin que haya habido “contaminac­ión” significat­iva, en gran medida debido a que son los propios campesinos quienes cultivan y conservan esas variedades nativas.

Fueron muchos los datos expuestos durante la presentaci­ón, y muchos más los que se presentan, de manera sistemátic­a, rigurosa y firmemente sustentada, en el libro, que está disponible gratuitame­nte en la página de la Academia Mexicana de Ciencias. Si está interesado, puede usted consultarl­o en http://bit.ly/2BMEMAc

Podrá así, con informació­n confiable, formarse su propia opinión y ver si coincide con los autores, que consideran que, ante el daño ambiental que causa la agricultur­a convencion­al, con su intenso uso de pesticidas tóxicos, y de las crecientes necesidade­s alimentari­as de la humanidad, resulta antiético seguir satanizand­o y obstaculiz­ando una tecnología útil y necesaria como ésta.

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