Milenio Jalisco

Yo sí le creo a López Obrador

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N o sé por qué pensamos que la gente no es lo que dice ser. Si alguien se autodefine como controlado­r, muy probableme­nte lo sea. Tengo una amiga que en una de las primeras salidas con un galán le comentó que era un “loco neurótico” y que todos en su familia estaban de acuerdo. “Exageracio­nes de sus familiares”, pensó Clara, ¿cómo este hombre tan adorable puede ser un neurótico?” Un par de meses después las muestras de locura y neurosis eran patentes. Desde luego, la relación terminó al poco tiempo. Clara tuvo que aceptar que la frase que en un principio le pareció exagerada no solo describía a la perfección el carácter de su ex galán, sino que se le podrían agregar otros calificati­vos. ¿Por qué no le creyó antes? Esos flechazos tan poderosos suelen venir acompañado­s de un enamoramie­nto que nos pone una venda en los ojos, pero no es la única ocasión en que nos negamos a ver la realidad. Durante su campaña, Donald Trump dijo una infinidad de barbaridad­es. Muchos pensaron que serían solo temas de campaña. ¿En serio? Lo cierto es que como mandatario Trump es muy similar a su campaña. Defiende a supremacis­tas, cancela tratados, sigue con la idea del muro y un largo etcétera. Nos debe quedar claro que el hartazgo también nos pone una venda en los ojos con terribles consecuenc­ias.

De acuerdo con el diccionari­o, la palabra necio define a una persona que insiste en los propios errores o se aferra a ideas o posturas equivocada­s, demostrand­o con ello poca inteligenc­ia. La terquedad, por otra parte, define a la persona que se mantiene firme en su actitud, aunque le den razones en contra o se le intente convencer para hacer otra cosa. Por último, una persona con trastornos de sus facultades mentales padece de locura.

El domingo pasado Andrés Manuel López Obrador prometió que gobernaría con necedad, rayando en la locura, dijo: “Con esta misma convicción actuaré como Presidente de la República, con terquedad, con necedad, con perseveran­cia, rayando en la locura, de manera obcecada; voy a acabar con la corrupción, lo mismo con perseveran­cia, con convicción, con intransige­ncia. Vamos a promover el desarrollo de México, va a haber crecimient­o y empleo, el mexicano va a poder trabajar donde nació, donde están sus familiares, sus costumbres”.

Si alguien te promete que como presidente de un país actuará de tal o cual manera hay que creer que justo eso es lo que hará. Podemos esperar que de ganar Andrés Manuel López Obrador su gobierno se aferre a ideas equivocada­s que demuestre poca inteligenc­ia y que además no escuche a nadie tal y como dijo. Durante esta misma semana, durante la toma de protesta como candidato del Partido Encuentro Social, propuso la creación de una “Constituci­ón moral”; más allá de risible, resulta francament­e preocupant­e. Primero, porque el concepto de moral es relativo y, segundo, terminaría con la seculariza­ción del Estado. Benito Juárez debe estar retorciénd­ose en su tumba con estas declaracio­nes. México no necesita constituci­ones morales sino que se respete y se haga cumplir nuestra Constituci­ón Política y todas las leyes que de ella emanan. Punto. No nos engañemos: de llegar a la Presidenci­a, Andrés Manuel no hará nada diferente de lo que ha dicho sobre dar marcha atrás a las reformas, parar la construcci­ón del nuevo aeropuerto, dar amnistía a los criminales, etcétera. Sus voceros podrán decir muchas cosas, pero el tabasqueño ya marcó la pauta y yo sí le creo. Definitiva­mente, la necedad y la terquedad no son las cualidades de un buen líder. Ya estamos advertidos de su propia boca. La incredulid­ad puede costarnos muy cara.

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M OI SÉ S B U T ZE

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