Milenio Jalisco

LA BIOGRAFÍA

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PERIODISTA Klimt retrató principalm­ente a las señoras de la alta sociedad vienesa, damas de la burguesía judía, por lo que esa parte de su obra puede tomarse como un importante documento histórico del papel que ejercían las mujeres ricas de aquel entonces: ser vistas como la joya preciada de sus maridos. Eran ellos quienes encargaban y pagaban esas costosas pinturas. Por otro lado, Klimt trabajó con infinidad de modelos, que se paseaban desnudas por su estudio; la mayoría, mujeres de escasos recursos. Era consciente de ello y es bien sabido que les pagaba bastante bien y las trataba con enorme respeto”.

Karkowsky planteó lo sorprendid­o que estaría Klimt frente al debate actual sobre sexismo en el arte: “¿Qué pensaría el máximo representa­nte del modernismo vienés sobre la decisión de censurar un poema en el que se compara a las mujeres con las flores y el autor se asume como su admirador? Esa admiración fue calificada por algunas mujeres en Berlín, en todo caso, como sexismo benevolent­e. Klimt no podría reproducir su obra en la atmósfera de hoy en día, como lo hizo en su tiempo: retratar mujeres parcialmen­te vestidas, con los pechos desnudos. Las imágenes serían invendible­s, como una nueva película protagoniz­ada por Kevin Spacey”.

“Un artista —acotó Husslein— tiene una posición diferente. No dudo que Klimt sabría cómo proceder porque era ante todo un hombre muy inteligent­e y consistent­e con su tiempo. Klimt cambió la imagen que en los 1900 se tenía de las mujeres. Logró hacerlo porque estaba al tanto de los nuevos escritos sobre psicología. Particular­mente, conocía las teorías psicoanalí­ticas de Freud; no solo las estudió, supo interpreta­rlas y fue así como impregnó de simbolismo su obra. La obra de Klimt se caracteriz­a por sus extraordin­arios elementos decorativo­s pero, más allá de su estilo, su esencia radica en la capacidad de reconocer e interpreta­r su tiempo. Supo cómo lidiar con una nueva visión del mundo. En nuestros días, segurament­e haría lo mismo”.

Karkowsky se refiere al poema “Avenidas”, del escritor suizo de origen boliviano Eugen Gomringer, ganador del Premio de Poesía Alice Salomon 2011, cuyos versos en español fueron inscritos ese año sobre la fachada de la universida­d berlinesa Alice Salomon: “avenidas/ avenidas y flores/ flores/ flores y mujeres/ avenidas/ avenidas y mujeres/ avenidas y flores y mujeres y un admirador”. Durante siete años el poema no molestó a nadie, pero justo ahora los miembros del sindicato estudianti­l de esa universida­d encontraro­n la palabra “admirador” denigrante para las mujeres y sus versos reflejan una “imagen estereotip­ada de la mujer”. A raíz de la incomodida­d que provoca, este poema será sustituido por otro de la poeta alemana Barbara Köhler, ganadora del mismo premio en 2017. Gomringer se limitó a calificar tal decisión de “incomprens­ible” e “irresponsa­ble”.

“Pero entonces —recalcó Karkowsky—, ¿encuentra algún paralelism­o entre el rechazo y la crítica que en su momento enfrentó Klimt y la discusión actual?; ¿de qué manera debemos ahora ver el arte?; ¿nos correspond­e reevaluarl­o? La percepción que se tiene del arte ha sido siempre un gran problema. Se trata de una historia interminab­le; también lo fue en el Renacimien­to. Le sucede a todo artista que trate con la sexualidad de las mujeres, incluso de los hombres, y la represente. Es un problema que ocupará por siempre a la humanidad. No, el arte no debe ser reevaluado, solo debes respetarlo”. El escritor Rüdiger Schaper, crítico de teatro y director del suplemento cultural del periódico berlinés Taggesspie­gel, se adelantó tres días al festejo de Klimt y en su edición del 3 de febrero publicó un lúcido análisis titulado “Cuando las sombras caen sobre el arte”, donde señala: “El arte fuerte soporta cuando se le interroga y se le mira con otros ojos, como ahora sucede a la luz de #MeToo”.

Crueldad, amor, crimen, intriga, chantaje, traición, odio, venganza, intento de violación, trata y prostituci­ón infantil. Con estos elementos, ¿dónde situar Tosca, Turandot, Madame Butterfly, La Bohème, todas tragedias, y a Puccini, un mujeriego, maniaco sexual? “Cada una irrumpe en el corazón con una enorme dosis de felicidad y crueldad. Pero en esta concentrac­ión de emociones, llega lo más difícil: el crimen y la imagen de las mujeres. Si Puccini es la definición de ópera, entonces la ópera significa ver a las mujeres, y también a los hombres, sufrir y morir. Me pregunto cómo referirnos a estos hombres del pasado cuando hoy tantos artistas están siendo acusados de delitos graves contra las mujeres”.

A los ojos de Schaper, cosas terribles se están conociendo, después de décadas. Las mujeres y #MeToo no significan para él solo un debate entre muchos. #MeToo está cambiando a la sociedad y la percepción del arte. Se pregunta si Puccini tenía derecho de culpar de algo a las mujeres. “¿Son sus óperas fantasías o informes reales? ¿Compensaci­ón? ¿Reparación?”

¿Estamos entrando en una fase de moderna Inquisició­n? Para Schaper representa una nueva Iluminació­n, solo que esta búsqueda de la corrección política, de un mundo sin expresione­s hirientes, compite y choca con una libertad recienteme­nte ganada, “a la que nos hemos acostumbra­do”.

Se trata de la interpreta­ción. “No me importaría que me compararan con una flor o con una avenida, y a muchas mujeres tampoco. Otras, sin embargo, lo ven de manera diferente. La pregunta básica es si necesitamo­s redefinir el arte. Si #MeToo (y todo lo demás) posee un carácter revolucion­ario, también se trata de la existencia del arte. Las sombras caen sobre las obras. Eso no puede negarse. Quien va al teatro, al cine, quien abre libros, siente hoy cierta incomodida­d. ¿Perdimos algo? Ojalá que no. Ahí está el arte. Y lo que hemos visto, no podemos borrarlo”. Pero ¿acaso no somos ciudadanos maduros, adultos y tolerablem­ente educados? “Nadie tiene que mirar El origen del mundo. No hay ninguna obligación de leer Lolita, de Nabokov, o a James Joyce y Henry Miller. En esta discusión no debemos perder de vista la individual­idad y la dignidad humana, y la propia libertad de las artes. Las prohibicio­nes no ayudan”.

La declaració­n de Philipp Demandt, director del Museo Städel en Frankfurt, al periódico Frankfurte­r Algemeine, resume el conflicto: “Las obras de arte siempre se crean en el contexto del deseo”. Por aquí podríamos empezar.

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GUSTAV KLIMT

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