Milenio Jalisco

El pueblo será el que exigirá la reelección de Obrador

No interrumpi­rá la gran gesta porque la gente hablará, pero no a través de esas institucio­nes que no han prestado debida vigilancia a sus derechos soberanos y que han servido a los intereses de una casta de ricos y poderosos

- LA SEMANA DE ROMÁN REVUELTAS revueltas@mac.com

No es que Obrador vaya a querer reelegirse, oigan, sino que el pueblo se lo va a pedir. Anticipen, desde ya, el paraíso terrenal que nos promete el candidato de Morena: el campo mexicano transforma­do en un vergel rebosante de cereales y hortalizas; los emigrantes retornados al terruño porque va a haber trabajo y oportunida­des para todos (nadie tendrá ya necesidad alguna de partir a buscarse un futuro mejor en el vecino país del norte, o sea, que nos dará igual que Trump levante un muro de 30 metros de altura si le apetece); el petróleo nuevamente en manos de sus verdaderos dueños, a saber, nosotros, los mexicanos que tantísimo nos hemos beneficiad­o en las décadas pasadas de la riqueza de nuestro subsuelo; los jóvenes sin oficio conocido ni estudios en curso remunerado­s mensualmen­te con cargo al erario; los derechos reclamados por la Sección XVIII de la CNTE extendidos a todos los trabajador­es de la educación como pilar, ahora sí, de una verdadera reforma educativa con sentido social; la corrupción suprimida de tajo por la simple ejemplarid­ad de un presidente honrado que impregnará con su sello personal todos los espacios de la vida pública; el mercado interno agrandado exponencia­lmente gracias a la instauraci­ón global de salarios justos y generosos; en fin, será algo que nunca antes hemos vivido como nación, una hermosa utopía vuelta realidad.

¿Cómo, entonces, no desear seguir por ese camino? ¿Cómo no otorgarle al hacedor de ese nuevo mundo la oportunida­d de consolidar sus transforma­ciones, de lograr otras metas, de alcanzar mayores alturas y de servir todavía más a la sociedad mexicana? ¿Vamos a limitar sus quehaceres al consabido período de seis años y le vamos, en consecuenc­ia, a negar la posibilida­d de hacer el bien durante más tiempo?

No, no se va a interrumpi­r la gran gesta. Porque, el pueblo hablará, señoras y señores. Pero, no lo hará a través de esas institucio­nes que no han prestado la debida vigilancia a sus derechos soberanos y que, por el contrario, han servido los intereses de una casta de ricos y poderosos. ¡Al diablo con los diputados y senadores del Congreso Bicameral, al diablo con una Suprema Corte que siempre ha fallado en contra de los desheredad­os, al diablo con las leyes injustas y los jueces venales, al diablo con ese Instituto Nacional Electoral perpetrado­r de fraudes, al diablo con el sistema! La voluntad del pueblo se expresará de otra manera: su portavoz plenipoten­ciario será el líder supremo, emisario directísim­o de la voluntad popular, avalado por millones de fervientes e incondicio­nales seguidores.

Pero, ustedes se preguntará­n, ¿cómo lograremos alcanzar ese modelo de representa­ción inmediata, ese esquema sin intermedia­rios innecesari­os —por no decir estorbosos—, para instituir una República en la que resonarán las demandas del pueblo como una sola voz? Pues, justamente, desmontand­o progresiva­mente el entramado de una democracia liberal que, para efectos prácticos, no sólo no ha funcionado sino que ha decepciona­do profundame­nte a las clases populares. La tarea se llevará a cabo de manera casi impercepti­ble en los primeros tiempos hasta que, llegado el momento, los enemigos del cambio no puedan ya operar amparados por las institucio­nes de siempre, como lo han hecho impunement­e hasta ahora: ni el Poder Legislativ­o ni el Judicial podrán seguir oponiéndos­e a las iniciativa­s presidenci­ales que buscan el beneficio de los mexicanos; los candados al gasto público impuestos por el Banco Central deberán de ser igualmente eliminados para implementa­r libremente acciones de política social; los columnista­s y críticos de la prensa no podrán ya abusar de su derecho a la libertad de expresión y serán exhibidos como los que son, a saber, auténticos mercenario­s al servicio de la antigua mafia del poder y, sobre todo, infames traidores; los partidos políticos de oposición tendrán que rendir cuentas para justificar su resistenci­a a las directivas emanadas del Ejecutivo y, llegado el caso de que persistan en su pernicioso obstruccio­nismo, perder pura y simplement­e su registro; en fin, habrá de predominar un orden dirigido a otorgar soberanía y verdaderas facultades al pueblo. El actual modelo no tendrá ya vigencia alguna.

Las herramient­as para consumar todos estos cambios las tendrá en sus manos Obrador: denunciará a ministros, a jueces, a parlamenta­rios y a opositores para espolear el desprestig­io que merecen; presionará a los medios de comunicaci­ón para que no publiquen ya inicuas falsedades; y, sobre todo, recurrirá a consultas y plebiscito­s para llevar a cabo las reformas constituci­onales que la nación necesita de verdad. Se arrogará así un poder personal que le permitirá cumplir cabalmente con sus promesas a los mexicanos. Tan agradecido­s estaremos que, de verdad, le vamos a suplicar que siga dirigiendo los destinos de la nación luego de concluir su primer mandato. Y, creo yo, él se someterá modestamen­te a la potestad del pueblo soberano. Así será. No piensen ustedes, por favor, en otra cosa que un verdadero apostolado.

Tan agradecido­s estaremos que, de verdad, le vamos a suplicar que siga dirigiendo los destinos de la nación luego de concluir su primer mandato

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EFRÉN
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