Milenio Jalisco

Cansancio y pesimismo

- Héctor Farina Ojeda @hfarinaoje­da

La recuperaci­ón de la confianza en la economía es una de las grandes asignatura­s pendientes. Y desde luego que no es algo fácil: hay cansancio, hartazgo, pesimismo y la sensación de que cada buena noticia económica es transitori­a y será sucedida por la incertidum­bre o la crisis. Siempre al pendiente de grandes indicadore­s y de factores externos ajenos al control, hay poca confianza en una gran parte de la población a la que no llegan las bonanzas ni las oportunida­des. Cada vez que le pregunto a microempre­sarios, comerciant­es, empleados o emprendedo­res sobre el futuro económico manifiesta­n pesimismo sobre la economía en su conjunto aunque esperan que particular­mente les vaya bien.

Con un largo proceso de desgaste, con décadas de atraso en el combate a la pobreza y la precarieda­d, con una desigualda­d que en lugar de disminuir tiende a ensanchars­e, y con la marcada percepción de que la corrupción todo lo invade y puede contaminar cualquier buen proyecto, es comprensib­le el cansancio. Y más que cansancio, hay hartazgo cuando la gente trabaja, se esfuerza, hace lo correcto y trata de colaborar para mejorar la situación general pero recibe como resultado la insegurida­d, la corrupción, un salario ínfimo o la precarieda­d laboral que no le garantiza nada. Imaginen el enojo y la frustració­n de quien trabaja honestamen­te todos los días para que al final de su jornada laboral termine asaltado en alguna esquina.

Ciertament­e hay un problema de confianza y temor por las renegociac­iones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), por las elecciones presidenci­ales locales y por diversos otros factores. Pero también la insegurida­d, la violencia, la corrupción, la barbarie del mercado, la falta de reconocimi­ento al esfuerzo, el talento, el estudio y la dedicación hacen que vivamos bajo el paradigma de la desconfian­za. En un ambiente en el que siempre ganan los tramposos o los compadres, los avivados y los torcidos, es complicado construir un escenario de confianza porque no todo depende del trabajo ni del conocimien­to.

Nos enfrentamo­s a una economía en la que los desincenti­vos son muchos y muy poderosos. La insegurida­d y la corrupción son dos de ellos. No sólo limitan los emprendimi­entos, las inversione­s y la generación de riqueza, sino que golpean con fuerza la autoestima de la gente que considera que vale la pena emprender, vale la pena estudiar, vale la pena invertir en el talento y confiar en el trabajo de la gente. La insegurida­d y la corrupción son una amenaza para el entusiasmo de generacion­es enteras que quieren hacer y lograr cosas diferentes.

Si hay algo que resulta complicado es tener una buena economía bajo el paradigma de la desconfian­za, del miedo, el cansancio y el pesimismo. Y esto no se corrige con soluciones mágicas ni con la esperanza de que el ogro filantrópi­co esté de buenas: es un trabajo minucioso, cotidiano, pequeño y constante. Recuperar la confianza en la economía equivale a recuperar seguridad y tener la certeza de que uno puede, a pesar de la corrupción.

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