Negativismo desafiante
En nuestro país se percibe un ambiente hostil, de resentimiento, rebeldía, con todas las características propias de los adolescentes que están en lucha consigo mismos y contra lo establecido; culpan de todo a las figuras de autoridad, a sus padres, maestros y todo que tiene que ver con las reglas sociales y los policías. En los tiempos modernos desde la globalización se fue perdiendo el modelo de autoridad en el que fuimos educados los que ahora somos abuelos, la autoridad era una figura de respeto, la obediencia, uno de los valores principales, la autoridad ejercía el poder, el miedo y el chantaje, la consciencia moral era un guardián del principio del placer: “Dios te está viendo”, crecimos con el sentimiento de culpa, cuando trasgredíamos las reglas tan estrictas, de las creencias sobre todo las impuestas a las mujeres. No todo estaba bien, también sufrimos abusos de la autoridad, pero, el sistema mantuvo el orden y nos dio formación. Se rompió el modelo de gobernar y nos fuimos al extremo, estamos inmersos en la cultura consumista y permisiva en la que todo se vale, vivimos el principio del placer sin medir consecuencias. En nuestro país está muy definida la falta de respeto a la autoridad, domina la cultura de la ilegalidad, de manera que observamos conductas propias del Trastorno Oposicionista Desafiante: rebeldía ante cualquier figura de autoridad; padres, maestros, al jefe, los policías, incluso a las creencias religiosas. En estos tiempos en que la consciencia moral se ha vuelto laxa y se busca el placer a costa de lo que sea, resulta complicado distinguir entre el bien y el mal, los modelos a imitar son los que ostentan más lujos: artistas, deportistas, narcos, políticos que presumen sus bienes materiales, bien o mal ganado, ser pobre es sinónimo de bruto. El ambiente familiar y social es el caldo de cultivo para el comportamiento agresivo y violento en el que estamos inmersos, las reglas del Estado están inmersas en la corrupción, el ambiente familiar disfuncional, antisocial favorece cometer actos delictivos desde el hogar, un ambiente muy primitivo, en donde se permite el robo desde pequeños, el alcohol a muy temprana edad, el sexo sin protección, la violencia de padres a hijos y entre hermanos, relaciones de pareja en donde los hijos están triangulados en sus disputas. Familias desintegradas en donde la madre es el único proveedor que tiene que dejar a sus hijos para buscar el sustento, los hijos salen a buscar compañía para salir del abandono, buscan el suministro ambiental perdido, carentes de límites y seguridad en ellos mismos, se atrapan en otro ambiente desfavorable, la adicción a las drogas lo lleva a la delincuencia de donde ya no podrá salir. El negativismo desafiante se vuelve patología, adoptan conductas impulsivas, agresivas y autodestructiva dañándose a sí mismos. La partidocracia se volvió una anarquía todos quieren el poder, no son figuras de respeto, de manera qué, gane el que gane las elecciones no la tendrá fácil, necesitamos figuras de autoridad que se conviertan en modelos de honestidad, tolerancia, respeto, pero, no lo veremos en un futuro cercano, la política no va a cambiar la cultura del mexicano, el cambio tiene que venir de los dos niveles: la sociedad y los políticos. Tenemos que mejorar el nivel de consciencia, lo peor es no hacer nada para cambiar este ambiente desfavorable.