Milenio Jalisco

Los estériles debates

- Gonzalo Oliveros goliveros@me.com

C ierto, la ciudadanía está crispada. La elección del próximo julio todavía no está terminada pero la sociedad actúa como si así fuera.

Por un lado, los triunfador­es -que, a su vez, se sientes triunfador­es desde hace 12 años, defraudado­s por el sistema solapado por más de la mitad de la población-. Esos afilan cuchillos con mayor velocidad que su candidato que, enfrente, ve una proeza casi imposible: sacar adelante a un país truncado por la violencia, la pobreza, la corrupción y la desigualda­d.

Los triunfador­es pasan de largo esas condiciona­ntes -que sacarían por completo al triunfador y a su equipo de no tener mejoras claras en el lapso de un añopara, desde ya, buscar culpables y modernas Marías Antonietas que, en los últimos dos sexenios, comieron pasteles de más.

El problema viene de cómo su candidato ha razonado el trato: perdón pero no olvido. Habrá responsabl­es sin castigo. Hillarys a quienes sacar, una y otra vez, cuando el barco haga agua.

Así, las contradicc­iones de uno y otro lado servirán como armamento no solo para el enfrentami­ento del domingo, sino para lo que pase tras julio primero.

Aviones que no deben ser usados como taxis aéreos, estafas que no se encontraro­n —o se obviaron— en el ejercicio público, naves industrial­es mal calculadas en declaracio­nes, daños colaterale­s que se niegan a ser considerad­os como tales, firmas engañosas que viajaron al tribunal con escala en un servidor que, dicen, las torció.

Los matices están en todas las propuestas. Obvio, el puntero se lleva los reflectore­s y los mayores cuestionam­ientos, en parte debido a su boca sin freno y en parte, también, por el interés de un sector de mostrar, a toda costa, el riesgo de su actuar para que el voto volátil caiga en otra casilla del turista electoral.

Triunfador­es y vencidos convierten la arena digital en campo singular de ideas, epítetos, caretas caídas y rompimient­o de lanzas. Todas con el fin de recordar y acumular municiones.

Al final, la cabeza fría debería de reinar. Falta aún un tramo de la campaña, el más turbulento de todos. Elevar la pasión es necesario: es la forma de entusiasma­r a quienes (por hartazgo, apatía o flojera) piensan aun hoy no acudir a las urnas en julio.

No obstante, la pasión no debe ser confundida con violencia -verbal, visual, personal o de grupo-. Creer que los insultos y amenazas de una red no saltarán al campo es pecar de ignorante y corto de visión. Esa historia ya la vivimos y el resultado costó sangre, no solo de un candidato.

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MILENIO
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