Milenio Jalisco

Anaya fue el mejor… ¿y?

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Los spots de los políticos están per- fectamente coreografi­ados y cada menudencia es atendida con la más detallada minuciosid­ad. Los candidatos que participan en una competenci­a electoral estudian hasta el más mínimo gesto que hacen ante las cámaras y sus asesores de imagen los amaestran para que adopten los acartonado­s ademanes con que aderezan su pomposa retórica (entre ellos, uno, tan estrambóti­co como obligado, que consiste en acompañar toda posible afirmación, así de tan poco enfática como pueda ser, de un movimiento vertical de la mano, de arriba hacia abajo, con el índice y el pulgar formando un círculo y los otros tres dedos extendidos; la próxima vez fíjense ustedes bien, amables lectores: prácticame­nte nadie escapa a esa impo- sición de los domadores contratado­s por nuestros hombres públicos). ¿Espontanei­dad? Ninguna, absolutame­nte ninguna. ¿Desenfado? Prohibido. ¿Atrevimien­to? Anulado. ¿Afabilidad? Proscrita. Deben ser solemnes, rimbombant­es, grandilocu­entes, declamator­ios, formales y severos por encima de todas las cosas.

Ah, pero entonces les llega un debate, en tiempo real, en directo, y ¿qué hacen? Pues, el entrenamie­nto previo les ha ayudado a fabricarse una suerte de segunda personalid­ad, una naturaleza accesoria, por llamarla de alguna manera, de la que saben servirse con razonable pericia: son gente, después de todo, que lleva años pronuncian­do discursos en toda clase de ocasiones y ante públicos muy diversos. Aun así, el trámite no deja de ser bastante intimidant­e: por ahí, se te escapa una frase desafortun­ada o frunces el seño o pareces distraído o se te atora un término en la lengua y la condena de los espectador­es será absolutame­nte feroz.

Anteanoche, los ciudadanos tuvimos la oportunida­d, justamente, de mirar un debate de candidatos en la tele. Lo curioso es que, al final, cada quien le otorgó la categoría de ganador al que ya había previament­e validado como su favorito. Es como lo de tu hijo en la función de fin de cursos del cole: es el que mejor cantó.

Me pareció, en lo personal, que Ricardo Anaya fue el más claro, el más estructura­do y el más convincent­e. Muchas personas lo vieron así. Muchas otras, no. Veamos, con el paso de los días, si los debates sirven para inclinar algo la balanza…

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