Rabia social y AMLO contra IP
Enrique Peña Nieto dice un día que en su calidad de Presidente no anda enredado en negociaciones propias de los contendientes electorales, menos aún en acuerdos sobre alguna eventual declinación, pero el resto de la semana se esmera en repartir directrices destinadas, sin éxito hasta hoy a juzgar por las encuestas, a minar las posibilidades de Andrés Manuel López Obrador.
En un ambiente que hierve, con el candidato de Morena y la élite de los empresarios ya confrontados, el mandatario le pone su pócima a eso que su colaborador José Narro llamó “rabia social”, diagnosticada como “problema de salud pública”, con lo que la recta final rumbo a las elecciones lanza presagios alarmantes, pues se ha pasado de las acusaciones típicas de campaña a los insultos abiertos.
Pero, ¿a qué se refiere exactamente el secretario de Salud? Porque hará cosa de dos años, Peña Nieto hizo un diagnóstico similar y es obvio que en ambos casos uno de los detonantes de aquel supuesto para ellos es López Obrador y sus seguidores. Hoy sobran entre sus detractores quienes señalan al tabasqueño como el origen de ese encono social y le atribuyen el clima de intolerancia imperante, sin embargo, en ambos lados.
Sin dejar de notar la evidencia del agresivo tono discursivo de López Obrador (“mafiosos”, “inmorales”, “saqueadores”, “rateros”, “difamadores”, “ingratos”, “tramposos”, “defraudadores”, “siniestros”, “fifís”, “ladrones”, “vendepatrias”, “sinvergüenzas”, etcétera), salvo su pausa de “amor y paz”, del otro lado los rencores no solo vienen con el atuendo del denuesto, sino de la discriminación y el racismo: “nacos”, “pe- jezombis”, “chairos”, “perrada”, “jodidos”…
Frente ya no solo al estancamiento, sino al franco declive de la candidatura de José Antonio Meade, es natural que esa minoría que ha sabido sortear el desastre continuo de los gobiernos priistas y panistas, sea por su habilidad en los negocios y su intachable trabajo, sea por los beneficios que ha sacado como cómplice de la corrupción y los privilegios malhabidos, hoy piense en apostar todo a un candidato más cercano a su ideología y que avanza en un firme segundo lugar, Ricardo Anaya.
Aunque Peña Nieto negó ver una declinación en puerta, la eventualidad de que los priistas se unan al frente PAN-PRD para votar en conjunto, bien vista por una parte de la cúpula empresarial, debe revivir fantasmas de 2006 en AMLO y ser la razón de este nuevo desencuentro.