Muere arqueólogo Peter Schmidt
l miércoles 25 de abril falleció en Guadalajara, a los 90 años de edad, la señora Marta González Arróniz, en memoria de la cual la Asociación Cultural Domingo Lobato, A.C., que encabeza el maestro Rafael Martín del Campo Valle –cuyos integrantes se entrevistaron con ella hace no muchos años para encarecerle la conveniencia de poner su archivo personal a buen seguro–, organizó una Misa por su eterno descanso el domingo siguiente, 29 de abril, a las 12 horas, en el templo tapatío de Santa Teresa, y al final de la misma un recital de música para órgano, a cargo del organista titular de ese recinto, el maestro Ernesto García Preciado, que interpretó de Benedetto Marcello, Gaudet chorus coelestium, de Alexandre Guilmant, Ave María y de Craig Sellar Lang, Tuba tune.
Impredecible resultaba en ese momento calcular que una semana después y en el mismo recinto, el sobredicho intérprete ofrecería ahora por su mentora en piano Leonor Montijo Beraud, fallecida el 5 de mayo, a los 87 años, en su natal Hermosillo, Sonora, otro recital, compuesto por el siguiente programa: fuga en sol menor BWV 578 y Coral Viene el Salvador de los paganos, BWV 659, de Juan Sebastián Bach y la Tocata de la suite gótica op. 25, de León Boëllmann.
La pérdida en tan breve lapso de dos mujeres que hicieron de la difusión de la música culta la una y del magisterio pianístico la otra, un legado imborrable en la vida cultural tapatía despierta dos temas insuficientemente abordados: la de una ciudad que ha dado a México y al mundo compositores y músicos destacados y la postración que hoy sufre ese ámbito.
Creemos, en efecto, que mientras el sistema escolarizado no conceda a la formación musical un sitio destacado en sus planes de estudio el rubro seguirá en el total abandono o pobre y levemente atendido.
Ello será así mientras no se creen plazas en las escuelas de educación primaria, secundaria y de bachillerato, a cargo de egresados con título de licenciatura en música aptos para impartir esa asignatura desde sus niveles básicos (canto, solfeo, lectura de partituras e interpretación de instrumentos) hasta los más complejos (composición, contrapunto, piano y etnomusicología), alentándose lo que hasta hoy no se ha conseguido: que la enseñanza de la música sea un pivote para renovar la postración educativa en México y su adecuada promoción un vehículo para humanizar a los adolescentes y jóvenes, es decir, a los rectores sociales del futuro, que tanto lo necesitan.
Las actividades que desde ‘Conciertos Guadalajara’ doña Marta y desde su magisterio pianístico de 60 años la maestra Leonor, hicieron por la educación musical en Guadalajara nadie las reemplazará, pero su salida de este mundo incita a subsanar esta pérdida empujando a quienes ahora están en condiciones de tomar la estafeta que en tiempos no menos complicados a los nuestros ellas acometieron con especial energía.
Esperemos que cuanto antes se subsanen tan sensibles vacíos.
El alemán dedicó cuatro décadas al estudio del área maya, recibió la Medalla UNESCO de la Diversidad Cultural y la Medalla Yuri Knorozov
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) lamentó el fallecimiento, ocurrido ayer, del doctor alemán Peter Johannes Schmidt, quien dedicó cuatro décadas al estudio del área maya.
Originario de Hamburgo, Peter Schmidt egresó de la Universidad de Hamburgo, Alemania, en 1967, cursó estudios de Antropología General, Lingüística, Prehistoria y Estudios Americanistas.
Ahí fue alumno del etnólogo e historiador Franz Termer, el arqueólogo Wolfgang Haberland y el experto en escritura maya Günter Zimmermann; entre 1959 y 1960 realizó excavaciones en su natal Alemania.
Posteriormente, trabajó como ayudante de investigación en el Museo de Antropología y Prehistoria de Hamburgo; entre 1961 y 1963 hizo excavaciones en Centroamérica, especialmente en la Isla de Ometepe, Nicaragua.
En 1968 obtuvo el doctorado en filosofía de la Universidad de Hamburgo y su tesis doctoral versó sobre “Las costumbres funerarias de los indígenas del sur de Centroamérica: una investigación etnoarqueológica”.
Llegó a México en 1973 y trabajó como director del Proyecto Huejotzingo, dentro del programa conjunto Puebla-Tlaxcala, a cargo del INAH y con la colaboración de la Fundación Alemana para la Investigación Científica, con el que llevó a cabo trabajos de campo para establecer el patrón de asentamiento en las diferentes épocas de ocupación del área.
En 1977, ingresó al INAH como investigador del hoy Centro INAH Yucatán, donde estuvo adscrito hasta su muerte: realizó trabajos de campo en los sitios arqueológicos de Chichén Itzá, Yucatán; El Meco y Kohunlich, en Quintana Roo, entre 1976 y 1981.
Fundó y dirigió la Ceramoteca del Centro Regional del Sureste del INAH, de 1980 a 1983, y fue director del Museo Regional de Antropología de Yucatán, Palacio Cantón, de 1983 a 1993.
Durante 1979 y 1980 definió y estableció el polígono para proteger y preservar los monumentos arqueológicos de Chichén Itzá, así como la flora y la fauna, que sirvió de base para el decreto presidencial por el que se declaró la Zona de Monumentos Arqueológicos.
En 1993, dirigió el Proyecto de Investigación Arqueológica de Chichén Itzá, con el que estudió la arqueología, arquitectura, iconografía, agricultura, el patrón de asentamiento, materiales, cronología y obras hidráulicas de ese sitio maya.
Fue profesor en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en la Ciudad de México, y en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán; fue autor de numerosos artículos sobre arqueología mesoamericana y maya.
En 2014, durante la Primera Mesa Redonda del Mayab recibió la Medalla UNESCO de la Diversidad Cultural, por sus aportaciones en materia de conservación del patrimonio histórico de Yucatán, y en 2015 fue galardonado con la Medalla Yuri Knorozov, por su estudio sobre la cultura maya.