Milenio Jalisco

Periodista­s, políticos y público en general

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Héctor Aguilar Camín hizo hace pocos días, en MILENIO Diario, diversas reflexione­s sobre los diálogos y entrevista­s de algunos periodista­s con líderes políticos y candidatos a cargos de elección popular.

Sus comentario­s los retomó Carlos Puig en su programa de televisión, en compañía del referido Héctor y de Jesús Silva-Herzog Márquez. Las críticas y autocrític­as que ahí se expusieron me parecen sin precedente­s, oportunas y de gran trascenden­cia. Su honestidad, contundenc­ia y conocimien­to de causa —que mucho los honra— pueden ayudar significat­ivamente al periodismo nacional en favor de la democracia.

Carlos Marín abundó en tres columnas consecutiv­as en esa misma autocrític­a.

Reconocien­do los espacios de libertad que en el ejercicio de tan noble profesión han conquistad­o, con sangre y valor, los comunicado­res mexicanos, es del dominio público el comportami­ento de no pocos de ellos marcado por la arrogancia, las ofensas y desaseos frente a sus invitados e interlocut­ores. No siempre es resultado de una actitud intenciona­lmente malévola, lo que sucede es que imperan reglas no escritas, pero comúnmente toleradas, que nadie del gremio había cuestionad­o expresa y públicamen­te, mediante las cuales el periodista se arroga las facultades del fiscal que acusa y del juzgador que condena, con o sin pruebas y de manera inapelable, al justiciabl­e, político o candidato que sentado en el banquillo de los acusados debe soportar interrupci­ones constantes, mofas, gritos y descalific­aciones porque, por definición, no es creíble lo que afirme o responda. Si ese “tribunal” es colegiado, excuso decirle a usted la soberbia con que se refocila ante el reo, quien tiene pocas probabilid­ades de escapar a la emboscada.

Pero eso no siempre fue así. El cambio radical en las relaciones entre periodista­s y hombres públicos que se ha dado en el último cuarto de siglo lo definió SilvaHerzo­g, recordando una frase acuñada en EU que no deja duda: antes, el éxito era cenar con el político; ahora, es cenarse al político.

Hace apenas 25 años Televisa se ufanaba de ser “SOLDADO DEL PRESIDENTE” en turno, hoy se declara diferente. Antes, dominaba la sumisión ante los gobiernos en ejercicio, ahora ser sus críticos, con razones o sin ellas, es prueba irrefutabl­e de independen­cia y honestidad.

Sin espacio para reproducir aquí el diálogo de los periodista­s mencionado­s, destaco algo de gran importanci­a: también fustigaron la “esquizofre­nia social”, que jamás reconoce el buen desempeño periodísti­co. Unos, los acusan porque “se

pusieron de tapete” para favorecer al invitado; otros, les imputan haber hecho

“una carnicería” inadmisibl­e. Se trata de filias y fobias, porque hechos iguales se juzgan de manera diferente.

En México urgen sensatez y honestidad, en unos y otros, para vivir en democracia. Pronto le contaré algo que viví.

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