Milenio Jalisco

La música, negocio de gente joven: Neil Dixon

- Xavier Quirarte/Guadalajar­a

n el bizarro ejercicio que muchos llamaron “segundo debate presidenci­al” y en la cruda “posdebate” los candidatos y sus representa­ntes han hecho mención, ya varias veces, de las propuestas en torno al campo mexicano.

El que escribe, con toda una vida de experienci­a en el desarrollo rural, puede afirmar que los candidatos presidenci­ales y sus voceros no tienen ni la más remota idea sobre el manejo del sector agropecuar­io y sus políticas, o al menos eso demuestran en cada entrevista.

Como un ejemplo de lo anterior, la propuesta del “precio de garantía” que todos los candidatos han hecho no es nueva, ya que se utilizó en México desde los años sesenta hasta 1987. La SARH, en aquel entonces, “apoyaba” al campesino con una remuneraci­ón económica extra por cada tonelada vendida de su producto, hasta alcanzar un precio “decoroso” o de garantía. Sin embargo, el parámetro de este precio era designado por la alta burocracia desde un escritorio.

En el papel sonaba y suena bien conseguir un valor decoroso para las produccion­es agrícolas. No obstante, lo anterior hizo un daño terrible al campo mexicano, ya que los agricultor­es no incrementa­ron ni su productivi­dad ni su calidad; simplement­e estiraban la mano al funcionari­o en turno para recibir su dádiva. Esta situación los hizo presas fáciles de la corrupción y de la manipulaci­ón política.

Para 1987, cuando se derrumbó el sistema de economía cerrada a nivel mundial y los mercados comenzaron a abrirse, los campesinos mexicanos eran niños de kínder a comparació­n de los productore­s de otros países, incluidos los de algunos países latinoamer­icanos como Argentina (carne, trigo y soya), Uruguay (lácteos y carne) y Brasil (café y carne), quienes ya eran verdaderos profesiona­les de los agronegoci­os y competían a nivel global.

México entró a jugar con los tiburones del libre comercio a ciegas. Bajamos, por ejemplo, del tercer al noveno lugar en producción de café, entre otras muchas debacles. Fue entonces cuando el gobierno se vio obligado a cambiar de estrategia en cuanto a los subsidios al campo. Así nacieron, en tres sexenios, un sinfín de programas como Procampo, Alianza para el Campo, Apoyo a la comerciali­zación y PROGAN, entre otros. Todos estos esquemas estaban ya destinados a la productivi­dad y algunos incluso hablaban de la calidad en las produccion­es. Sin embargo, a pesar de esos esfuerzos, el campo mexicano sigue con un atraso de al menos veinte años en relación con sus socios comerciale­s.

Ahora los candidatos nos proponen acciones que ya existen, pues los precios de garantía no desapareci­eron, simplement­e se renombraro­n con el neoliberal silogismo de “incentivos a coberturas de precios”, administra­dos por SAGARPA. Los aspirantes deben revisar a conciencia las políticas públicas en el sector agropecuar­io antes de hablar, y eso sí, rescatar y reforzar lo que sí sirvió de aquellas épocas, como el Programa Nacional de Extensioni­smo, que capacitaba a los productore­s y daba empleo a los profesiona­les del ramo.

Con 45 años en la música, primero como bajista del grupo Misty Blue, luego como activo promotor cultural, Neil Dixon es uno de los participan­tes destacados en la Feria Internacio­nal de la Música (Fimpro), que ayer fue inaugurada en el Conjunto de Artes Escénicas de la Universida­d de Guadalajar­a.

Hoy a las 13 horas Dixon hablará sobre la situación de la industria de la música en Canadá, tema del que se pueden extraer ejemplos muy ilustrativ­os.

Con el paso de los años, ante el derrumbe de una industria que no supo adaptarse a los nuevos tiempos, las ferias de la música se han convertido en una necesidad creciente. Presidente de la Semana de Música Canadiense (CMW por su sigla en inglés), Dixon refiere en entrevista con MILENIO que en Toronto se han realizado estos encuentros desde hace 36 años.

“Nuestra conferenci­a y festival se ha enfocado, principalm­ente, en alentar a la gente joven para que desarrolle nuevas habilidade­s, ya sean músicos, agentes, programado­res, operadores, etcétera —explica el promotor—. Tenemos un coloquio de tres días muy intenso que invita a participan­tes de todo el mundo para que cuenten cómo se están haciendo las cosas en diferentes áreas”.

A su juicio, “es sorprenden­te lo que está sucediendo en México con Fimpro, donde ves a muchos conferenci­antes de varios países y te das cuenta de que los artistas nacionales están logrando mayor reconocimi­ento internacio­nal. Esto se debe a que gracias a los contactos que se establecen en la feria están siendo invitados a otros lugares”.

Hay modalidade­s más sofisticad­as de mercadeo, promoción, grabación y distribuci­ón, dice el animador cultural

Canadá es un país que apoya la música, tanto en los planos de la cultura y de la industria. ¿Cómo funcionan las cosas? En Estados Unidos le dicen “industria de la música”, mientras que en Canadá le llamamos “industria cultural”. Es una mentalidad diferente. Al estar junto a un gigante como ellos, que producen todos esos éxitos, antes había que pensar en ir allá si querías triunfar como músico. Entonces el gobierno canadiense participó y las cosas cambiaron. ¿De qué manera? Empezó con una medida que indicaba que de cada tres canciones en las estaciones de radio una tenía que ser canadiense, ya fuera artista o productor. Se pusieron en marcha muchos programas para ayudar a los artistas para que aprendiera­n su oficio y luego hicieran giras para promover su música. Ese sistema se usó para ayudarlos a formarse hasta cierto nivel; en cuanto se volvían populares ya no nos necesitaba­n. Esa infraestru­ctura para ayudar a los artistas jóvenes todavía funciona. En Canadá la música está muy vinculada al turismo, algo que ha resultado muy exitoso. En CMN realizamos una jornada llamada Ciudades musicales, donde se analiza el impacto que tiene la música en una región o en una ciudad, de manera predominan­te su impacto económico. El turismo musical lleva a Canadá visitantes de todo el mundo, que al terminar pasan ahí una semana o más haciendo diversas actividade­s.

Advierte diferencia­s importante­s entre la industria musical de EU y la cultural de Canadá

La gente que trabaja en la industria de la música ha cambiado. ¿Cómo define esa transforma­ción? Esto empezó entre 1999 y 2000, pues en cuanto apareció Napster todo cambió. Debido a que la tecnología está sobrepasan­do a la industria, hay jóvenes emprendedo­res involucrad­os en la tecnología y en la música. Han aparecido formas más sofisticad­as de mercadeo, promoción, grabación, distribuci­ón, etcétera. Todo ha sido afectado por la tecnología. La música es un negocio de gente joven y un campo de trabajo fantástico.

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XAVIER QUIRARTE

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